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Con la colaboración de: Felipe Robayo
Es paradójico que en el actual momento en que los precios del grano están en su nivel más alto en varias décadas, el Fondo Nacional del Café vaya a incurrir enormes pérdidas por malas decisiones financieras de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC).
Los caficultores no están dispuestos a perder esta oportunidad para mejorar sus ingresos y están por eso incumpliendo compromisos que hicieron con las cooperativas. Aunque estas van a salir mal libradas, no tendría sentido que el gobierno saliera en su rescate. ¡Vaya enredo!
Entendamos el contexto. En los últimos años, la Federación ha venido haciendo compras de café a través de sus 33 cooperativas usando contratos de compras a futuro que las comprometen a entregar unas cantidades de café de una calidad determinada al precio previamente pactado (entre seis meses y un año antes).
Este mecanismo ha sido utilizado de manera intermitente y no siempre exitosa. De hecho, hace unos años, una de las cooperativas del Huila quedó muy endeudada con el Fondo Nacional del Café por no poder entregar el café prometido, debido a incumplimientos de los cafeteros, demorándose varios años en superar el problema.
La situación actual es parecida, pero mucho más extendida, al punto de que podrían quebrarse varias cooperativas de caficultores. Puesto que se trata de un hecho generalizado y no de casos aislados de incumplimiento, es evidente que el mecanismo de compras a futuro quedó mal diseñado y que no se aprendió de sus deficiencias anteriores.
Por eso, la actual bonanza cafetera no llevará a la gloria a la FNC y sus directivos, como sería deseable, sino posiblemente a una situación de pérdidas para el Fondo y las cooperativas, y de resquebrajamiento de la tan querida “institucionalidad cafetera”.
El mecanismo está mal porque carece de herramientas legales para obligar a las cooperativas a cumplir los contratos y de incentivos de diseño para impedir el incumplimiento masivo de los compromisos que a su vez adquirieron los caficultores con las cooperativas.
Puesto que los contratos vinculan a la FNC y las cooperativas, pero no a los caficultores, de nada sirve echarle la culpa a estos últimos. Tampoco justifica sus incumplimientos ni los exonera. Sencillamente, ocurre que ellos no tienen ninguna obligación con el Fondo Nacional del Café ni son responsables por mal manejo de recursos públicos, como pretende el Gerente de la FNC.
Los cafeteros tampoco han recibido pago adelantado ni financiamiento de ningún tipo a través de las cooperativas con dineros del Fondo, como también afirma el Gerente de la FNC.
Y como los cafeteros no tienen obligación alguna con el Fondo Nacional del Café, es obvio que la Contraloría no los puede perseguir, en contra de lo que ha sugerido el Gerente de la FNC.
Este episodio refleja problemas profundos de diseño institucional. La Federación es una entidad privada, cuya responsabilidad con el Gobierno consiste en manejar los recursos públicos del Fondo Nacional del Café, con los que se comercializa cerca de 18% del grano que exporta el país.
La FNC no le compra directamente a los caficultores sino a las cooperativas, de las cuales es parcialmente dueña. En su mayoría, estas reciben financiación a muy corto plazo del Fondo Nacional del Café a condición de que le entreguen el café correspondiente a la FNC.
Pero este es un mecanismo puente de rutina que en nada compromete a los caficultores. El enredo de diseño consiste en que la FNC administra recursos públicos de cuyo manejo se derivan ganancias comerciales en operaciones con sus propias cooperativas.
Técnicamente, los contratos de los que estamos hablando no son “contratos a futuro”, como se ha dicho, sino operaciones forward. La diferencia fundamental consiste en que un contrato a futuro se negocia a través de una bolsa que cuenta con un mecanismo de compensación.
Por ejemplo, un contrato ICE a futuro en la bolsa de Nueva York es un contrato estandarizado que especifica detalladamente la calidad de café, el volumen del contrato (37.500 libras), las fechas en que se puede negociar y las fechas de entrega.
Quien quiere participar, tiene que depositar un margen inicial (US$9.000) y, a diario, los participantes tienen que liquidar la diferencia entre el precio al que se adquirió el instrumento y el precio de mercado. Este diseño estandarizado y especificado tiene por objeto proteger al sistema de cualquier incumplimiento.
La Federación no hizo nada de esto. Lo que hizo fue un forward, es decir, un contrato privado entre dos partes que se comprometen a entregar un producto en el futuro a un precio establecido el día de hoy.
Los contratos que hizo la FNC tampoco son estandarizados: las cantidades y calidades varían con cada negociación, así como las penalidades y castigos estipulados (o no) con cada cooperativa.
Este mecanismo ad hoc ha puesto a las cooperativas en una situación insoluble, pues ellas a su vez hicieron acuerdos forward con los caficultores, replicando el mal diseño del instrumento original que la FNC hizo con ellos.
Para cumplirle a la FNC, las cooperativas tendrían que comprar el café a los precios de mercado de hoy, muy por encima de los acordados con los productores. Al hacerlo incurrirían en enormes pérdidas que las pondrían al borde de la quiebra.
También la FNC está en una situación insoluble, porque cada vez que hace un forward para recibir café de las cooperativas, adquiere verdaderos contratos de futuro en la bolsa de Nueva York, no simplemente promesas de forward.
Vale la pena entender el detalle. Cuando la Federación compra un café de una cooperativa, vende un contrato de futuro equivalente a esa cantidad en la bolsa. Este contrato de futuro lo recompra la misma FNC en el momento en que establece el precio de venta con un tostador.
Por ejemplo, si la FNC compró un café a 130 centavos de dólar por libra y el día en que lo factura el precio está a 230 centavos, se gana 100 centavos en la operación del físico. Sin embargo, como el día que compró el café físico vendió un futuro en la bolsa de NY a los 130 centavos iniciales, este futuro lo tendrá que recomprar a 230 centavos, perdiendo en la bolsa los 100 centavos de utilidad del negocio físico.
Es decir, lo que gana en el físico lo pierde en la bolsa; este es el propósito de la cobertura que tiene como fin que la operación completa no se vea afectada por las variaciones en el precio de Nueva York. Pero si las cooperativas no le entregan a la FNC el café a 130 centavos, como habían acordado, la operación queda coja de un lado.
La FNC queda con una venta de un futuro a 130 centavos de dólar que le toca liquidar hoy, recomprando un futuro al precio de 230 y perdiendo 100. Como la FNC no tiene el físico correspondiente para vender al precio de hoy se queda con una pérdida en el mercado de futuros, que pasa al balance del Fondo Nacional del Café, por ser la cuenta con la que se hacen estas transacciones.
En esas estamos. Alguien tiene ahora que asumir las pérdidas. Pretender que lo hagan los caficultores no es muy realista. Pretender que lo haga el Fondo Nacional del Café es legalmente riesgoso, pues puede implicar “detrimento patrimonial” o mal manejo de recursos públicos. Así que lo más probable es que de alguna manera el Gerente de la FNC trate de obligar a las cooperativas a asumir las pérdidas, es decir, a entregarle el café a la FNC, comprado al precio que sea preciso. Pero si lo logra, tendremos a la Supersolidaria interviniendo a varias cooperativas más y a la postre liquidando a unas cuantas. Al fin de cuentas, lo más factible es que el Fondo asuma algunas pérdidas y otras las cooperativas, por cuenta del manejo deficiente del riesgo por parte de la FNC.
No es aventurado esperar que en poco tiempo la participación del Fondo Nacional del Café en la comercialización del grano caiga por debajo del 10%. De esta manera, eventualmente el mal diseño de las instituciones cafeteras y de los instrumentos de comercialización conseguirán lo que Eduardo Lora, Marcela Meléndez y Mariano Tommasi recomendaron en la Misión de Competitividad de la Caficultura del Gobierno de Santos: que la Federación, siendo una entidad privada, renuncie al negocio de comercializar con recursos públicos, como son los del Fondo Nacional del Café.
Pero la crisis podría aprovecharse para dar unos pasos adelante. Podría promoverse la creación de un verdadero contrato de futuros, tal como el de la bolsa de Nueva York. Debería ser manejado, no por la FNC que es parte involucrada, sino por una bolsa privada, tal como lo ha hecho Brasil, donde se cuenta con una modalidad de contrato en la Bolsa de São Paulo (B3) llamado contrato BM&FBovespa, que les ha permitido a los productores brasileños hacer cubrimientos adecuados de su riesgo en moneda local.