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Cada diciembre en la Comisión de Concertación de Políticas Salariales y Laborales se negocia el aumento del salario mínimo para el año siguiente. El principal criterio que usa el gobierno para proponer cuánto se ajusta el salario mínimo por encima de la inflación es el comportamiento reciente de la productividad, que oficialmente es medida por el Dane.
Muy poca gente entiende cómo es que el Dane mide la productividad. Una breve explicación puede ayudar. El Dane trata de medir la “productividad total de los factores, PTF” es decir el aumento del PIB que se debe a un uso más eficiente de todos los factores productivos. Por ejemplo, si el PIB crece 8% mientras que el uso del factor trabajo y de todos los tipos de capital productivos ha crecido 5%, pues la productividad total de los factores ha aumentado 3%.
Es difícil hacer este cálculo en la práctica porque no es obvio cómo se mide “el uso de todos los tipos de capital”. Siguiendo recomendaciones de la Ocde, el Dane sigue una metodología internacional (llamada Klems). Pero la misma Ocde reconoce que los cálculos son muy susceptibles a los supuestos y se prestan a diversas interpretaciones. De ahí que a menudo haya resultados tan poco intuitivos. Por ejemplo, entre 2010 y 2020, la PTF en Colombia estuvo estancada, superando solo a Chile, que sorprendentemente ocupó la peor posición en América Latina, mientras que Honduras fue el líder de la productividad. En Colombia, desde 2010 han tenido aumentos de la PTF los sectores de agricultura, transporte, servicios comunitarios y comercio; los demás han tenido caídas, en especial la construcción y la minería. En 2021, la PTF aportó apenas 0,6% al crecimiento económico (en 2022 muy posiblemente será más, gracias a la fuerte recuperación).
Incluso si la “productividad total de los factores, PTF” pudiera ser medida en forma confiable, es discutible por qué debería determinar el aumento del salario mínimo. Como lo indica su nombre, la PTF tiene en cuenta todos los factores, no solo el trabajo formal que es directamente afectado por el salario mínimo. ¿Por qué no mejor usar la productividad del empleo formal? Pero hay otro problema: atar los ajustes del salario mínimo a la productividad implica reforzar los auges y las recesiones, ya que la productividad tiende a subir más rápido cuando a la economía le va bien, y viceversa. Esta “prociclicalidad” del salario mínimo dificulta también la política monetaria, como estamos viendo en Colombia.
Así que el Gobierno haría bien en tomar con pinzas los datos provisionales de aumento de la productividad en 2022, que el Dane seguramente presentará a la Comisión de Concertación en los próximos días. Debería en cambio reconocer abiertamente que el salario mínimo es una variable distributiva y que, como tal, está sujeta a los forcejeos de las partes interesadas. El Gobierno debe ayudar a conciliar intereses, sin favorecer ninguno, y sin olvidar que los más afectados por el ajuste del salario mínimo -los informales, los desempleados, los consumidores y los contribuyentes en general- no tienen tanta voz en las negociaciones como las empresas, los sindicatos y los pensionados.