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La democracia es una forma de gobierno. En el mundo contemporáneo, la democracia es representativa, no es una democracia directa, y en consecuencia, se gobierna mediante un conjunto de instituciones y de reglas formales y sustanciales determinadas en el ordenamiento jurídico por el Estado de Derecho. La democracia representativa enseña que se gobierna por autoridades e instituciones que deben respetar las formas preestablecidas en el Estado de Derecho. Insisto, es una forma de gobierno representativo.
La democracia, la representativa, no existe otra en la sociedad occidental contemporánea, por tanto, le exige a los gobiernos que administren la cosa pública sometiéndose sus gobernantes a las reglas del Estado de Derecho. Y, es el Estado de Derecho el escenario natural de la democracia contemporánea. Por ser la democracia representativa una forma de gobierno sometida al derecho, un poder limitado por el derecho, las autoridades tienen el deber de gobernar dentro de los límites.
Democracia contemporánea y Estado de Derecho van de la mano. No se puede gobernar democráticamente por fuera de las reglas del Estado de Derecho. El filósofo alemán Gustav Radbruch, en su ensayo “Relativismo y Derecho” enseña que: “La democracia es con certeza un bien loable, pero el Estado de derecho es como el pan diario, como el agua para beber y el aire para respirar, y lo mejor de la democracia es precisamente esto, que sólo ella es apropiada para garantizar el Estado de derecho”. En otras palabras, sin democracia no existe Estado de Derecho y sin esta no existe aquella.
Las autoridades deben tener bien presente que el gobierno es reglado y que la soberanía sin bien está radicada en la ciudadanía, la soberanía no es un poder ilimitado, y también tiene límites. Uno de los límites que les coloca la democracia y el Estado de Derecho a los gobiernos en la democracia, es la prohibición de transformar al ciudadano en masa. Es decir, el ciudadano no puede ser instrumentalizado, para o debilitar las instituciones.
En la democracia, las reglas del Estado de Derecho como la división y separación de poderes, la independencia del poder judicial y del parlamento y la autonomía de las entidades descentralizadas territoriales, son sagradas y los gobiernos, incluido el gobierno del poder presidencial las deben respetar y garantizar. Es novedoso para la democracia que, los gobiernos inviten a la ciudadanía a que se transforme en masa a fin de forzar a que las instituciones autónomas adopten decisiones que el gobierno trate de imponer y que no lo puede por ser competencias exclusivas de poderes independientes. Debe usar su poder.
La democracia y el Estado de Derecho presuponen la existencia de un sistema pluripartidista que garantice pluralismo y de tolerancia. Arthur Kaufmann en su “Filosofía del Derecho” dice: “La democracia exige el sistema pluripartidista. Quien considere el punto de vista propio o el de su grupo y partido como el único verdadero no puede ser demócrata. En consecuencia, el gobernante que tenga la convicción que su verdad es la única no es demócrata ni tolerante y sus acciones tampoco lo serán.
En conclusión, en una democracia representativa, como la nuestra, por muy imperfecta que sea, no es conveniente que en el ejercicio del poder presidencial el presidente de una República, llámese quien sea, invite a la ciudadanía a que marche a las calles para forzar que una reforma legal de iniciativa sea aprobada por el parlamento. Se atenta en contra de la autonomía e independencia del parlamento. Intentar convertir al ciudadano en masa no es democrático.