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Esta crisis nos ha permitido reconocer dos problemas concretos que tiene la educación virtual: la dificultad de concentración de los estudiantes y la necesidad de una cobertura mayor de Internet. Esta experiencia indica que los niños están afectados por sustituir sus clases presenciales por otras a través de computadoras o tabletas.
El problema principal es que los niños tienen una capacidad de atención sostenida de solo 20 minutos y después es imposible que sigan las indicaciones de la clase. Por esta razón, les genera ansiedad y emociones encontradas, aún así, hay que apreciar el inmenso esfuerzo de los profesores.
Los padres trabajan y las clases virtuales exigen que se mantengan al lado del niño para hacer control de sus actividades, por tal motivo, se quejan porque les queda poco tiempo para sus quehaceres.
Pasar de ser un profesor presencial a uno virtual ha sido muy complicado para ellos porque no tienen la certeza de haber captado la atención de sus estudiantes. Un informe del New York Times reportó que todo esto ha generado ausentismo en Estados Unidos, especialmente entre los estudiantes de bajos ingresos económicos. En Miami 50% no se ha presentado a las clases virtuales y en Los Ángeles la tercera parte.
El segundo problema es la baja cobertura, principal fuente de inequidad. En Colombia hay que fortalecer el Plan TIC 2018-2022: ‘El Futuro Digital es de Todos’, política pública que pretende cerrar brechas y coberturas, pero en materia de competitividad digital, el país ocupa el puesto 18 en el continente y el 114 en el mundo. Más de 20 millones de colombianos no cuentan con internet y no pueden migrar a la virtualidad.
En Estados Unidos han tenido que regalar teléfonos inteligentes y computadores portátiles para acceder a las clases, además, les han enviado el material para que los alumnos estudien por su cuenta. El informe mencionó que los de últimos grados y los universitarios reportan mejor participación: 98%, pero reconocen que están incómodos.
Parece utópico llegar a una conectividad de 100% y cubrir la totalidad de las instituciones educativas. Nuestra geografía es muy compleja y el sistema de conectividad está basado en costosas conexiones terrestres, cables, antenas y transmisores y, lo más grave, sin la indispensable última milla. Tiene que diseñarse un nuevo sistema nacional de interconexión satelital más masificado, con menores costos y resolver la asequibilidad con un adecuado ancho de banda.
Otro reto es que solo 26% de los colombianos que usa internet lo hace con fines educativos, además de la interconexión hay que utilizar tecnologías que motiven su uso. Para un proyecto educativo de cobertura total tenemos dos cifras clave: primero, 9,9 millones de estudiantes; segundo, solo 52% de nuestros hogares cuentan con equipos y conexiones a la red.
Entonces, si entregáramos cuatro millones de tabletas 3G con pantallas de 7 pulgadas con capacidad de 1GB de RAM, con 8GB de almacenamiento y una cámara frontal, cada una vale $330.000. Multipliquemos. También necesitaríamos una compra masiva de SIM cards con un operador de celular en Colombia con capacidad de 10GB de datos, email y WhatsApp ilimitado y un paquete de minutos nacionales que sumaría $480.000 por año. Multipliquemos. Esta es la inversión si queremos cumplir con la cobertura total en educación virtual.