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La muerte por desnutrición de varios niños de La Guajira destapó un problema superior: la Región Caribe tiene la más alta mala nutrición del país, alcanza al 59% de sus hogares, lo que la ubica tristemente por encima del promedio nacional que es del 42%. Nuestros departamentos son potencialmente los mejores productores de alimentos, sin embargo, tienen los índices más altos de ausencia de seguridad alimentaria; preocupa Sucre con 62%. Y es mucho más acentuado en las zonas rurales donde la tierra debería estar produciendo.
Lo grave es que se ha llegado a una desnutrición crónica que ataca severamente el peso y crecimiento de nuestros niños. En La Guajira, por ejemplo, el 11% de los pequeños tienen problemas en su relación peso-edad que está muy por encima del 3,4% nacional. Los programas de alimentación de acuerdo a las edades, la jornada única escolar con desayunos y almuerzos son parte de las herramientas que debemos perfeccionar.
La Guajira, antes del recorte de sus regalías, impulsó con mucho éxito su “Guajira sin Hamushiri”, es decir, Guajira sin hambre. Los gobernadores de la Región Caribe copiamos e impulsamos el programa “Caribe sin Hambre” que propendía por la producción eficiente de alimentos, nutrición de niños menores de 5 años y acciones especiales para mujeres embarazadas y lactantes. También ordenaba la producción masiva de alimentos en las áreas más competitivas, de tal manera que su abundancia permitiera llegar, a precios bajos, a todas las mesas de la Región. La realidad es otra: el 65% de los alimentos que se consumen en nuestro Caribe vienen de fuera, muy a pesar de las siete millones de hectáreas habilitadas para producción agrícola.
También hacía énfasis en la producción pesquera por las ventajas comparativas y competitivas de la Región al tener el mar Caribe.
Contemplaba, además, programas de educación nutricional como asignatura obligatoria para crear una cultura alimentaria que se basara en el conocimiento del valor nutritivo de los alimentos, para entender que con el mismo dinero se puede acceder a mayores niveles de nutrición.
Sin embargo, la agricultura se ve como una actividad fuera de la modernidad y no se tienen políticas agrarias que garanticen seguridad alimentaria.
Se han privilegiado siembras como la de la Palma Africana y se han disminuidos cosechas de productos de la canasta básica y dejado de lado su comercialización.
Un plan como el que proponemos de “Caribe sin Hambre” haría un uso racional del suelo en la Región Caribe. Por ejemplo: 200.000 hectáreas dedicadas a los productos de canasta básica, 150.000 hectáreas para especies forestales, 430.000 hectáreas para ganadería y 100.000 hectáreas para productos de exportación. Se debe tener un paquete completo de apoyo al sector agrícola: créditos, asistencia técnica, semillas tecnificadas, planes concretos de qué y cómo sembrar en las mejores tierras. Tenemos la información, hay que actuar ya.
Tenemos que fortalecer los sistemas de comercialización con cadenas de cuartos fríos para que el producto llegue fresco y oportunamente tanto al restaurante de Miami como a las mesas de la Región Caribe.
Estructuremos modelos agropecuarios sostenibles y audaces que se basen en lo que más tenemos: agua. Sin agua, obviamente, no hay producción, pero hoy todos nuestros distritos de riego son inoperantes e inutilizados por falta de un operador que los maneje con un criterio integral que incluya no solo el mantenimiento sino la definición del plan de siembra de cada campesino y un apoyo especial a la comercialización. Es la tarea, ¡actuemos!