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El coronavirus nos ha llevado a una nueva etapa de la historia con sus retos y desafíos. Se necesitan modalidades de liderazgo renovado en los sectores público y privado. Debe ser un liderazgo inspirador, motivador, con habilidades para sacar adelante gobierno y empresas guiando equipos con inteligencia para producir con imaginación y creatividad nuevos proyectos y negocios. Deben tener capacidad de resolver conflictos y adaptación a la mutación.
Hay que estudiar las nuevas necesidades y exigencias de los consumidores y la tendencia de los mercados, utilizando las nuevas y poderosas herramientas que surgen de la gran cantidad de información procesada (big data). Debe ser un liderazgo rápido y fluido con competencias sociales y la inteligencia emocional para tener la camiseta puesta y lograr resultados, para lo que necesita claridad de metas en el entorno gubernamental y empresarial. Hay que superar el impacto del coronavirus en las empresas, con una vida virtual 10 veces lo que antes había. Todo cambió de improvisto.
Muchos justifican que han hecho las cosas de una determinada manera, y por tanto deben seguir haciéndolas para toda la vida con los mismos resultados. Craso error que debemos revisar como comportamiento gerencial. La pandemia ha descubierto unos problemas estructurales en América Latina que han exacerbado la pobreza y las dificultades económicas.
El liderazgo debe estar enfocado al manejo de una recesión económica de casi 9%, como una alerta que obliga a un mayor esfuerzo para mejorar la situación social. Habrá graves problemas de salud, educación y desigualdad que se disparará por la mayor pobreza. Son los temas importantes.
El reto gigante es la educación que ya venía con serias dificultades. Pero, en esta nueva etapa de tránsito de la presencialidad a la educación virtual se ha desnudado la dificultad de compresión que tiene la gente utilizando tabletas y sin el control y la exigencia del aula de clases y profesor. La queja es la baja comprensión de las clases (50%), por eso se requiere un cambio de mentalidad ante la nueva realidad.
La clase media que había crecido, se va a contraer y tendremos una clase empobrecida e informal, 50% más grande de lo planificado.
Hay que generar confianza en el Estado Social de derecho y crear las condiciones para que todos los sectores empresariales y los países puedan repuntar y sacar el mayor provecho de la crisis. Siempre habrá quienes tienen mayores habilidades, deteniendo mayor valor agregado a sus productos básicos con una mayor capacidad de venta y acumulación de capital.
El problema crítico es la informalidad de 47% sumada al desempleo de 20%. Nuestra principal fuerza laboral se encuentra por fuera de la legalidad y se dificulta sacar adelante mejores procesos. En Colombia, tenemos ciudades como Cúcuta con una informalidad de 70%; Ibagué, 80%; Sincelejo, 88%; Cali, 76%, cifras que nos ponen a pensar como aumentar el poder adquisitivo del salario y construir una mayor flexibilidad laboral.
Países como Japón, Corea del Sur, Taiwán, China, Singapur cogerán mayor ventaja porque han tenido un manejo más exitoso de la pandemia. Por lo tanto ya han abierto su economía mucho más rápido y crecerán y tomarán ventaja de esta situación. Habrá dos clases de países: los que podrán abrir más rápido su economía y por lo tanto tener un mejor resultado o los países que se quedan rezagados y sin liderazgo. ¿Estamos listos?