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Analistas 07/05/2020

Pandemia y honras fúnebres

Eduardo Verano de la Rosa
Gobernador del Atlántico

“-Yo. Yo vi morir a doña Susanita.
-¿Qué dices, Dorotea?
-Lo que te acabo de decir”.

El diálogo es tomado de la irrepetible obra literaria “Pedro Páramo” del genio mexicano Juan Rulfo. Describe la fase previa a la muerte de Susana San Juan, quien con la presencia del sacerdote Rentería, el doctor Valencia, Pedro Páramo, Dorotea y otras personas siente que la despiden con amor, ternura, como un ser humano, a su viaje a la eternidad.

Todos merecemos ser acompañados ante el viaje final, ser sepultados en forma respetuosa y honrados conforme a los ritos religiosos y sociales. A los familiares y amigos les asiste el derecho a despedir sus seres queridos y participar en las ceremonias, como una forma de mantener la conversación con los difuntos y mostrarles respeto y admiración. Son momentos de iniciar otro tipo de diálogos con ellos. Este derecho está anclado en nuestra tradición.

En la literatura universal hay suficientes ejemplos de cómo, aún en la guerra, el derecho a ser sepultado y honrado conforme a la tradición humanística debe ser respetado. Homero, el genio griego e inventor de las obras sobre la que descansa la literatura occidental, “La Ilíada” y “La Odisea”, lo narra en varios de sus cantos. En “La Ilíada”, en el canto VII, describe como teucros y aqueos suspendieron el combate entre Héctor y Ayax, a fin de darle sepultura y rendirles tributo a los caídos.

En la misma obra, en su canto final, está la conversación entre el rey Príamo y Aquiles, en la que se conviene, ordenado por la voluntad del divino Zeus, que rechaza indignado los actos de venganza y humillación al cadáver de Héctor por Aquiles, que se le devuelva al rey troyano el cadáver de su hijo, el valiente Héctor, y se suspenda el combate mientras duran las honras fúnebres. Así termina “La Ilíada”.

En cambio, la pandemia del covid - 19, no solo mata parte de la población, también intenta destruir una fracción de la tradición humanística construida por el hombre a través del tiempo, como es, acompañar a las personas en su trance a la muerte y rendir honras fúnebres. La facilidad del contagio y la ausencia de vacuna hace que el infectado sea visto como una peste. Es víctima de la peste, pero se le mira y trata como la peste misma. Verlo así es inhumano, sufrirlo de esa forma también lo es.

Uno ve el desespero, entendido por supuesto, del alcalde de Ciénaga, Magdalena, quien ante el incumplimiento a las normas de confinamiento, dice que el municipio comprará un lote y lo destinará para fosas comunes. Dura alternativa. En estos momentos, la incultura no puede ser atacada con dureza, sino con educación. No obedecer normas es otra pandemia que ha destruido la Nación y ha conducido a la guerra y la corrupción. Se requiere buen tacto.

Los griegos describían con el nombre de anomia el acto de no obedecer normas. Una peste que destruye los fundamentos de una república, que promueve la corrupción y, en estos tiempos aciagos, es mortal. Se hace urgente respetarlas. El confinamiento por covid-19 es una norma de vida. Respetarla es protegernos los unos a los otros.

Nota: Dos hombres Caribe insignes han partido, el ingeniero químico Rafael Bassi Labarrera, docente ilustre de la Universidad del Atlántico y gestor cultural. También, Carlos Escobar de Andreis, destacado urbanista, columnista y artista. Rindo tributo a ellos.

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