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La filosofía nos permite encontrar alternativas razonables y justas para la solución de los casos humanos, de allí que la política y el derecho encuentren en sus reflexiones perspectivas para la acción y decisión correcta.
Nos llama la atención la reflexión filosófica de la Grecia del siglo V a.C.: descubrir y confirmar que los grandes temas de la humanidad, en particular los que atañen a la vida pública, fueron tratados por ellos. Sin desconocer a Platón y Aristóteles, la figura central no es otra que Sócrates, quien se preguntó todo lo relacionado sobre política, derecho, justicia, seguridad, paz y Estado.
El hombre sabio duda de su sabiduría, el ignorante no se pregunta nada y cree serlo: un lema de Sócrates. También enseñaba que los asuntos humanos pueden ser de distintas maneras y que en el diálogo está el camino para el consenso político en una sociedad. Lo encuentra uno en las lecturas de Platón sobre Sócrates. Para conocerlo es necesario leer a Platón porque él no dejó nada escrito.
En Critón o del deber, Platón nos recuerda el porqué existe la necesidad de obedecer al derecho. Sin esa obediencia no es posible que una sociedad pueda alcanzar y vivir en paz. Mediante las leyes, en particular la Constitución Política, se puede lograr. Sócrates, en su diálogo con la ley, enseña que aún una sentencia injusta debe ser acatada para vivir en paz. ¿Qué sería de las sociedades sin derechos y sin su obediencia?
En este sentido, todos tenemos que obedecer la Constitución Política y los valores, reglas y principios del Estado Constitucional de Derecho. Las autoridades públicas y los que suscribieron el pacto de desmovilización y desarme para que la República alcance la paz deben ser los primeros que, en muestra de su ánimo conciliador, tienen que ser sumisos al ordenamiento constitucional que no se puede desconocer ni destruir, solo acatar si se quiere la paz.
Sin seguridad jurídica no es posible vivir en armonía. Arthur Kaufmann, en Filosofía del derecho, nos dice que esta puede significar dos cosas: seguridad mediante el derecho o seguridad del derecho mismo. Esta última dice que todo derecho debe ofrecer certeza y para esto necesariamente tiene que tratar lo igual en forma igual y lo desigual en forma desigual, y debe proscribirse la arbitrariedad, que es una regla de oro del Estado Constitucional de Derecho. Querer la paz es defender este objetivo.
Querer la paz no puede ser destruir las bases de la democracia y del Estado Constitucional del Derecho. Por ejemplo, la democracia garantiza la igualdad en el número y peso de cada voto del ciudadano. Nos los recuerda los textos de Norberto Bobbio. Garantiza que todo ciudadano tenga un voto para una determinada representación y que sea propio. No puede ser otro el criterio.
Estas reflexiones las ofrezco ante la decisión del Parlamento de no aprobar con suficiente claridad las circunscripciones especiales de paz. Lo primero es respetar las normas constitucionales. Si en el trámite se desconocieron, como lo sostiene un sector del Congreso o, por el contrario, se siguió el trámite, todos tenemos que respetar la Carta Política y obrar en consecuencia. Tenemos que respetar el Estado de Derecho y la seguridad jurídica. Sin esta, no hay paz.