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En el marco del descontento generalizado frente a desequilibrios sociales, se está consolidado un discurso anti empresa, como si todo lo malo que pasara en el país, fuese culpa del gobierno o de las empresas.
Esta narrativa crea el riesgo de que se promueva la afectación de pilares clave para la democracia, como el respeto a la propiedad privada, la libre empresa y el libre mercado, que son básicos para el desarrollo. Es una narrativa tendenciosa e injusta, porque desconoce el aporte del tejido empresarial al desarrollo de las regiones, y hace olvidar que la pobreza se combate generando oportunidades, y para esto se requiere a la empresa.
Muchos se han quedado con la idea del capitalismo salvaje y desconocen que la mayoría de las empresas, sean grandes o pequeñas están evolucionado a un modelo socioeconómico más consciente del impacto económico, social y ambiental que generan en su entorno. Estudios demuestran que la densidad empresarial (es decir la cantidad de empresas en un territorio, medida por habitante o por kilómetro cuadrado) tiene relaciones positivas con los principales indicadores del desarrollo.
Esto se explica en primer lugar porque es claro que a mayor número de empresas es mayor la generación de empleo en un territorio, y entre más grandes sean, más probable que sea formal y de calidad. El cierre de muchas empresas estos dos años de crisis demuestra que cuando una empresa cierra deja un espacio vació en una cadena de valor, no solo se pierde el empleo, sino que se afectan empresas proveedoras que en su mayoría son pequeñas, disminuye la competencia, hay menos opciones en el mercado, menos variedad, menos libertad. Cuando una empresa cierra hay menor pago de impuestos y por tanto menos recursos para inversión pública.
En segundo lugar, si bien el sector público es responsable de liderar lo concerniente a vivienda, educación, seguridad alimentaria, son muchas las empresas que están jugando un papel activo aportando recursos para lograr cerrar las brechas sociales. Las empresas de forma silenciosa, directamente, por medio de fundaciones o en colaboración con entes públicos han sumado esfuerzos para generar cambios en grupos vulnerables, complementando el trabajo que hace el estado.
Por último, a mayor número de empresas mayor es la provisión de bienes públicos en una zona. Esta es una externalidad positiva que se da siempre que se instalan empresas, sobre todo grandes, en un lugar nuevo. Las empresas presionan por la existencia de mejores servicios públicos, salud, educación, seguridad, mayor conectividad física, y esto se ve reflejado en mejores condiciones de vida para la población.
Es claro que las brechas regionales en materia de desarrollo las explica muchos factores, pero se puede inferir que los temas sociales tienen alta relación con la densidad empresarial, basta mencionar que de las 2,5 millones de unidades productivas del país a 2021, 55% se concentran en Cundinamarca, Antioquia, Valle, Atlántico y Santander que son los departamentos con mejores indicadores en materia económica, puesto que concentran la mayor parte de las empresas grandes y formales; En estos departamentos hay un promedio 60 empresas por cada kilómetro cuadrado.