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Huérfanos de poder, algunos antiguos barones del petróleo, exdirectivos que alcanzaron la cúspide de Ecopetrol, no logran esconder su viudez y se visten de defensores de lo público tratando de venderse como sus rescatadores legítimos y predestinados. Cuando más bien su historial es privatizador.
Y parece no importarles quién esté al frente de la compañía en el Gobierno de Gustavo Petro, les interesa es la empresa misma y volver a respirar los aromas del poder así sea para desguazarla como ha propuesto varias veces Mauricio Cárdenas con Cenit. Pero no olvidemos que, si la USO no se hubiera ido a la huelga en 2004, Uribe habría privatizado Ecopetrol y acabado al sindicato como hizo con más de 70 empresas del Estado.
En esta columna no nos vamos a perder en los datos, las cifras en los que la tecnocracia conservadora intenta envolvernos y enredarnos. No hablaré otra vez de barriles, utilidades, precio de la acción, producción o reservas, que muchos medios generalistas replican sin comprender, ni profundizar. En eso nos embolatan ellos.
Desde que Petro es presidente, los medios se han llenado de columnas de opinión y entrevistas de estos “salvadores” contra la administración de Ecopetrol, como no ocurría antes. Pero en estos relatos en tono de catástrofe, abundan las imprecisiones, las frases vacías, los lugares comunes y las exageraciones, que repiten a diario, para confundir a varios que en redes sociales hablan sin saber, opinan sin leer y hacen cálculos y vaticinan cifras y tragedias o déficits que no existen.
Han vuelto carne de cañón a la petrolera y dicen quererla, de labios para afuera. como los famosos “amigos de Ecopetrol” aupados por un exsenador que después de ordenar a sus militantes no comprar acciones por que legitimaban la “privatización colonizadora yanqui, neoliberal e imperialista”, ahora las usan para lanzar diatribas contra Petro por su vieja rencilla personal y política.
A la empresa nadie la está acabando, al contrario. Tanto el gobierno como su administración están actuando para convertirla en líder de la transición energética. Y la actual Junta Directiva ha actuado con tal independencia y libertad que dos de sus miembros pudieron decir todo lo que quisieron e irse en medio de la mayor cordialidad y camaradería con la administración y sus colegas directores y directoras.
Ecopetrol, como todas las energéticas del mundo está pensando y decidiendo cómo diversifican su portafolio, continuando incluso decisiones de administraciones anteriores, como cuando por ejemplo, entraron en el negocio de la transmisión de energía -e incluso vías- al adquirir ISA o en el de los biocombustibles con Bioenergy (un fracaso de cientos de millones sobre el que no voy a profundizar). Y al mismo tiempo nuestra empresa sigue (y seguirá) en el negocio principal.
Como estos señores no tienen nada más que decir entonces han vuelto el tema del negocio llamado “Oslo”, su caballito de batalla. Como si una compañía no pudiese decidir en qué invertir y en qué no y que riesgos asumir y cuáles no. Estoy seguro de que, si hubiésemos decidido participar, hoy el debate sería sobre el nivel de endeudamiento, al cual, hay que recordar, esos “salvadores” de hoy ya nos habían metido hace años.
“Palo porque bogas, palo porque no bogas” decía el expresidente Betancur. No dicen nada positivo sobre que Ecopetrol invierta más de un billón de dólares en Colombia. Departamentos como el Putumayo, Nariño, Meta, o regiones como el Magdalena Medio recibirán recursos para aumentar producción, reservas, impuestos, utilidades, empleos, regalías para la nación. Ellos no dicen nada sobre los premios, posicionamientos en los rankings, sobre la inversión en energía renovables o el ambicioso plan de descarbonización. Sobre eso callan dolosamente.
Y recientemente convocaron un foro para hablar de la “crisis” que se inventaron en Ecopetrol. Están tan desesperados que, en su afán, incluyeron a la presidenta de Naturgas, la Dra. Luz Stella Murgas, quién debió salir a desmentir su participación. Invitaron al exmiembro de junta Juan José Echavarría a esa encerrona. Y aunque el doctor Echavarría dijo lo que siempre ha señalado sobre un tema en particular, sostuvo que los resultados de Ecopetrol no eran para nada malos y que incluso eran históricos. Junto a Juan José, “media docena de fuentes consultadas repiten que la operación global de la compañía es estable. Y que tampoco ha sido el peor año” señaló recientemente el diario El País.
Mientras tanto la sindicalización al interior del Grupo Empresarial ha crecido, la USO logró derogar el pacto colectivo, anticipar la reducción de la jornada de trabajo, mejoró derechos para los trabajadores tercerizados, y participa de las decisiones que les pueden afectar como la evaluación de desempeño, en un claro tratamiento democrático y no como el enemigo interno señalado en administraciones anteriores. Eso significa “darle poder a los/as trabajadores/as” como siempre lo ha señalado nuestro presidente Petro. Ojalá puedan negociar colectivamente en el Grupo Empresarial y alcancen sillas en las Juntas Directivas de las empresas, como debería ser.
Ecopetrol enfrenta retos, como todos los años. Y decisiones clave como las enfrentan todas las compañías del sector, entre otras razones por el vaivén de los precios del petróleo, la tasa de cambio, las decisiones de países petroleros del mundo o los giros de la geopolítica mundial como la elección de Donald Trump. Pero toda la bulla que se ha generado alrededor de Ecopetrol tiene un claro interés político, electoral y de clase: ganar las elecciones en 2026 para nuevamente retornar a su conducción. Retornar a la monarquía familiar que estuvo al frente de la empresa por 20 años.
No olvidemos que la última presidencia de la Junta en el anterior gobierno no sabía nada del petróleo. Y las discusiones de la junta de esos años dan cuenta de cómo Ecopetrol era manejada cual hacienda particular. Claro, nadie les dijo nada porque sus conversaciones eran en la sauna del Country Club a donde no llegamos ni los sindicalistas, ni los ambientalistas, ni la “chusma” que ganó por primera vez en la historia las elecciones presidenciales del país.
Así que toda esta andanada contra la empresa la afecta, claro está y a estos “amigos de Ecopetrol” no les importa. Poque es puro clasismo y revanchismo. Obviamente sueñan de nuevo con ocupar los mullidos sillones de la carrera 13 con 36 de la fría capital en 2026. No pasará.