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Un dato objetivo es el resultado de una información observable y mensurable. De ahí que sea indiscutible que el comercio entre el Reino Unido (RU) y la Unión Europea (UE) se ha reducido en 15% en los tres años que van desde que los británicos salieron del bloque comunitario. Con cierta ingenuidad -o cinismo- Johnson aseveraba que la nueva relación -por fuera del bloque- no contraería los negocios de las compañías, por el contrario, el nuevo encaje denominado acuerdo comercial del Brexit, las ayudaría a expandirse. Sin embargo, según una encuesta de las Cámaras de Comercio británicas, 77% de las compañías admiten que no ha sido así.
El anunciado futuro más próspero que tendrían los británicos fuera de la UE, es una gran decepción, pues el balance de estos tres años refleja más sombras que luces. Era increíble que no se entendiera que al salir del bloque comunitario como socio de pleno derecho, automáticamente se dispararían los costos de transacción, toda vez que volverían los controles fronterizos, encareciendo, por un lado, las importaciones de los 27 miembros de la UE y desestimulando, por otro lado, las exportaciones de las Pyme británicas con destino al bloque comunitario.
La agencia Bloomberg estima las pérdidas anuales del RU en 100.000 millones de libras (115.000 millones de euros). Los ingresos perdidos durante los últimos tres años, se traducen en un PIB británico que podría haber crecido en 4% más. El organismo independiente encargado de supervisar las finanzas públicas del RU, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, estima la cifra de la misma manera. Por otro lado, un menor comercio se traduce en menores ganancias y, para el fisco británico, menores ingresos por concepto de renta.
La hacienda está dejando de percibir 40.000 millones de libras en impuestos cada año. Si hubiera ganado el no en el referéndum de 2016, todas estas cifras estarían en la columna del haber.
El empleo es otro de los grandes sacrificados, un think tank pro europeo londinense asevera que se han destruido unos 330.000 puestos de trabajo por falta de candidatos. Esta es otra ceguera inexplicable de los defensores del Brexit. Olvidaban de plano que los trabajadores extranjeros de la Unión Europea ya no tendrían el mismo acceso al mercado británico.
La salida restableció las fronteras y los nuevos acuerdos migratorios son estrictos, desestimulando la mano de obra proveniente de la UE y, por ello, la actual escasez de trabajadores en el transporte, el comercio y las profesiones asistenciales, sectores en los que los solicitantes europeos eran imprescindibles antes de 2020. El 30 de abril de 2020 señalábamos la falta de sentido común de Johnson, que defendía el Brexit, entre otras razones, por estar en contra de la libre circulación de personas que opera en la UE y de la que dependía 13% del personal sanitario de su país. Con covid tuvo que agradecerle su vida a un enfermero portugués.
Hoy 56% de los votantes admite que fue un error irse. Desde antes del referéndum, la tozudez de los gobiernos conservadores británicos, obstinados en obtener réditos políticos haciendo un pulso permanente a la UE, se impuso. No sirvieron las múltiples advertencias, entre ellas el sinnúmero de líneas que dedicamos a este asunto, tal vez por ello no podemos dejar de caer en la tentación de recordar que se lo dijimos.