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El Instituto Kiel para la Economía Mundial estima que en los dos años de guerra en Ucrania, en ayuda militar, financiera y humanitaria, los aliados occidentales le han girado US$92.000 millones y los Estados Unidos US$73.000. No obstante, este año la ayuda tiende a disminuir.
En varios países se debate si es realista seguir comprometiendo recursos en esta causa, tendencia que contrasta con las decisiones del G7 de hace nueve meses y que comentamos a finales de mayo de 2023. De hecho, en EE.UU. un paquete de ayuda de US$60.000 millones está estancado en el Congreso en medio del debate electoral americano. Si Donald Trump vuelve, muchos entienden que el apoyo cesará.
Recientemente la Unión Europea superó un duro debate para aprobar una ayuda de US$54.000 millones, las discusiones no solo se referían a la dificultad de seguir comprometiendo recursos, sino a la necesidad de allanar la negociación con Hungría, pues su primer ministro, Víctor Orban, se opone abiertamente a apoyar a Ucrania por ser un aliado de Putin.
En materia de armamento, de un millón de proyectiles de artillería que pretendía proporcionar la UE a finales de marzo de 2024, parece que solo se entregará la mitad. De otro lado, Bielorrusia como partidaria de Putin, aprovecha su vecindad para que su territorio y espacio aéreo sean utilizados para acceder a Ucrania. Irán ha suministrado los temibles drones Shahed, aunque solo admite que ha sido una pequeña cantidad y antes de iniciar la guerra.
Pekín ha seguido una línea diplomática muy cuidadosa y tal vez por eso no proporciona armas
Pekín ha seguido una línea diplomática muy cuidadosa y tal vez por eso no proporciona armas a ninguna de las partes. Sin embargo, no condena la agresión rusa y, junto con la India, ha seguido comprando petróleo ruso. Es claro que las sanciones occidentales no han funcionado y Rusia sigue vendiendo su petróleo y obteniendo piezas y componentes bélicos.
Los intentos ucranianos y rusos por conseguir los favores de otros países no solo han sido dirigidos al centro, también a la periferia, donde con numerosas visitas diplomáticas a África y América Latina han tratado de sumar aliados.
Los objetivos de Rusia en su “operación militar especial” no han cambiado. Putin sigue refiriéndose a la “desnazificación” de Ucrania, a su “desmilitarización” para lograr una Ucrania “neutral” y continúa criticando la expansión de la Otan hacia el este. Por su parte, Ucrania también mantiene sus objetivos que, irónicamente, gracias a su sufrimiento por la agresión rusa ve más cerca: formar parte de la Unión Europea y la Otan como estrategia de protección del posible proyecto geopolítico de restaurar la Unión Soviética.
En el campo de batalla las cosas no avanzan en favor de alguno de los bandos. Hace unos meses la ocupación rusa completa cerca 18% del territorio ucraniano, incluida la península de Crimea, anexada en 2014, y gran parte de las regiones de Donetsk y Luhansk en el este que Rusia capturó poco después de iniciada la guerra. Zelensky reconoce que su país se encuentra “en su momento más difícil” y las bajas llegan a 31.000 soldados.
Hace casi un año -16/03/2023- insistimos en la necesidad de redefinir el objetivo del apoyo a Ucrania donde, sin vencedores ni vencidos, se les permitiera salvar apariencias a las partes en conflicto. Hoy el desgaste es más ostensible para Ucrania y sus aliados, lo que favorece las pretensiones rusas en su afán de verse vencedor.