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En diversas oportunidades, y por obvias razones, hemos hablado de las amenazas que enfrenta el multilateralismo, y en materia económica no hemos dejado de destacar sus desafíos, entre estos, el del Brexit a la Unión Europea, y los de Estados Unidos, que descarta el Tratado de Asociación Transpacífico, TTP, frena las negociaciones del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, Ttip, y exige una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, Tlcan.
Nuevo auge del unilateralismo y proteccionismo que desvirtúa el acceso previsible a los mercados, y que impacta a América Latina, región de procesos de integración fragmentados y que sigue la tendencia internacional de suscribir acuerdos bilaterales con terceros, generando superposición de obligaciones y dispersión normativa.
No obstante, toda amenaza trae oportunidades. La decidida apuesta de México de cerrar las negociaciones de nuevos acuerdos de Alcance Parcial de Complementación Económica con Brasil y Argentina, y las discusiones en la Aladi para sentar las bases de un Acuerdo Económico Comercial Integral Latinoamericano, son ejemplos a destacar. En palabras de Ignacio Bartesaghi “los cambios políticos en la región y el progresivo reconocimiento de los efectos económicos por no formar parte de algunas de las tendencias comerciales internacionales, abren un nuevo contexto para una posible profundización de las relaciones entre los países de la Aladi”.
En la comunidad académica muchos coincidimos en que la mejor forma de enfrentar estos desafíos es profundizar el multilateralismo, y así nuestra región no tiene mejor escenario de articulación -más amplio, legítimo y flexible- que el de la Aladi. El Tratado de Montevideo de 1980 integra a Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y Nicaragua (cumpliendo las condiciones de su adhesión).
Catorce países, unos más insertados que otros en las tendencias del comercio internacional, pero necesitados de una convergencia que reduzca su exposición al creciente proteccionismo, encuentran una oportunidad inédita en tres coyunturas: que se cristalice la negociación de México con Brasil y Argentina, éxito que permitiría afianzar los recientes acercamientos entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur, y que esta última organización cierre el aplazado acuerdo comercial con la Unión Europea. Coyunturas que se complementan, que favorecen el consenso sobre impactos del unilateralismo en la región, el sinceramiento de la voluntad política y el necesario liderazgo.
Como señala Bartesaghi, es inevitable identificar las concesiones comerciales que han otorgado los miembros de la Aladi a países de la extrazona y que no son extensivas a sus socios, y un eventual cierre entre la UE y el Mercosur, daría una base normativa común para que la Aladi profundice hacia una nueva plataforma regional (11 de sus 14 miembros contarían con acuerdo comercial con la UE).
Es momento de romper barreras que impiden la expansión del comercio intrarregional y de fomentar políticas de encadenamientos productivos, para ello hay que definir un marco único de relacionamiento con Asia Pacífico, los países de la Alianza están mejor relacionados con China y los del Mercosur con India, dos mercados decisivos en las tendencias internacionales.