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Analistas 25/04/2024

Juegos de guerra

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.
La República Más

Los Estados en sus relaciones internacionales siempre han interactuado entre sí, cooperando o con la fuerza de las armas como medio para solucionar controversias. De ahí que la guerra -hasta no hace mucho- fuera una función del Estado derivada de su soberanía ilimitada. Los griegos tenían el derecho de recurrir a la guerra (ius ad bellum) y lo ejercían cuando declaraban una causa válida y suficiente. En la República Romana, la guerra necesitaba una causa justa y en el Imperio, con la misma subjetividad para determinar la causa, la guerra se consideraba un acto legítimo.

En la Edad Media, las guerras justas eran las de autodefensa, las que vengaban las injurias y castigaban daños, como también las que el mismo Dios ordenaba en contra de paganos y herejes. Así, el orden internacional fue desarrollando unas categorías del uso de la fuerza, donde la guerra, los medios compulsivos (retorsiones y represalias) y la legítima defensa tenían cabida.

Solo es hasta la segunda posguerra, con la Carta de Naciones Unidas, que transitando de un orden internacional clásico a uno contemporáneo, surge el principio imperativo de abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza en las relaciones internacionales. La prohibición del uso de la fuerza es, sin duda, el principal límite a la soberanía estatal que surge en el orden internacional moderno, y que permitió -en la mayoría de casos- un proceso de descolonización pacífico, el surgimiento de marcos cooperativos estatales en materia de derechos humanos (universal y regionales), el acceso predecible a mercados, el surgimiento de procesos de integración, entre otros.

No obstante, en los tiempos que corren parecería que regresamos a la Edad Media. Solo refiriéndonos a un asunto, en los últimos seis meses hemos presenciado un permanente uso de la fuerza aludiendo a la autodefensa y a vengar injurias: Por un lado, el ataque de Hamás en Israel, la respuesta sin contemplaciones de Israel en Gaza, que fue respondida por Hezbolá en Líbano, los hutis en Yemen y grupos apoyados por Irán en Siria e Irak que comenzaron también a atacar a Israel. Como represalia de Israel se dio el ataque al consulado de Irán en Damasco que se suma a una estrategia de ataques aéreos contra objetivos iraníes, que generó una ofensiva de Irán sin precedentes que incluyeron cientos de drones y misiles contra territorio israelí.

Israel ahora se siente legitimado de responder el primer ataque directo que otro Estado lanza sobre su territorio desde que inició su ofensiva contra Hamás en Gaza, acción que, según la inteligencia norteamericana, inició la noche del pasado viernes y que Irán niega. ¿Estrategia disuasoria y blofeo de ambos? Israel se ufana de no haber sufrido daños gracias a su Domo de Hierro e Irán niega haber sido atacado y solo reporta haber derribado “un par de drones” en los cielos de la ciudad de Isfahán.

Para los norteamericanos es probable que solo se haya disparado un misil que podría haber alcanzado un objetivo crítico, demostración de fuerza, frente a los 300 aviones no tripulados y drones sin que lograran causar daños significativos.

Como venimos señalando en esta columna de forma reiterada, infortunadamente, de manera muy creativa e instrumental, se interpretan las normas del derecho internacional y de los derechos humanos, para continuar haciendo lo que se quiera.

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