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Mientras las tradicionales concentraciones de palestinos en Ramadan encontraban restricciones por la pandemia y la policía las impedía en la puerta de Damasco, de la Ciudad Vieja de Jerusalén, cientos de ultraderechistas israelíes -en plena festividad sagrada de los musulmanes- se dirigieron hacia este lugar gritando “muerte a los árabes”. En choques con la policía, protestando contra esa marcha, un centenar de palestinos resultaron heridos, de los cuales veinte fueron hospitalizados. Por su parte, por el mismo acceso, jóvenes palestinos hostigaban a muchachos ultraortodoxos judíos que se dirigían a orar al Muro de las Lamentaciones.
Como si los enfrentamientos no hubieran sido suficientes, y con la equivocada idea de que la seguridad de la Ciudad Santa se refuerza desdoblando miles de policías israelíes antidisturbios, la víspera de la Noche del Destino, el ritual más importante del Ramadán, en la mezquita de Al Aqsa, tras la oración del anochecer, cientos de asistentes arrojaron piedras y otros objetos a las fuerzas policiales, rechazando el desalojo de familias palestinas por colonos judíos. En respuesta a los 17 policías impactados, y aunque el santuario religioso tiene un estatuto especial, las fuerzas irrumpieron disparando balas de caucho que ocasionaron heridas en más de 200 palestinos.
Ya en la Noche del Destino, que concentró a unos 90.000 palestinos en la mezquita, también al terminar los rezos, grupos de jóvenes lanzaron piedras a las fuerzas de seguridad y estos granadas aturdidoras y gases lacrimógenos, con un saldo de 90 manifestantes heridos en el misma puerta de acceso principal al barrio musulmán de la Ciudad Vieja y en distritos cercanos del este de la ciudad.
Sucede esto antes de la siempre tensa conmemoración del Día de Jerusalén, fiesta nacionalista que celebra la captura de la parte oriental de la ciudad por el Ejército de Israel durante la guerra de los Seis Días en 1967. Conmemoración que convoca a miles de israelíes a recorrer la Ciudad Vieja hasta el Muro de las Lamentaciones, colindante con el Monte del Templo, para los judíos, o Explanada de las Mezquitas, para los musulmanes. Con lo caldeado que estaba el ambiente, la Policía -esta vez- prohibió las visitas de grupos de judíos al Muro y desvió la marcha nacionalista por la Puerta de Jaffa, atravesando los barrios cristiano y armenio. Sin embargo, nada impidió que el brazo armado de Hamás lanzara una salva de cohetes hacia Jerusalén que fueron interceptados por la Cúpula de Hierro, escudo defensivo antimisiles del ejército israelí.
Así, una vez más la amenaza de desahucio de familias palestinas de Jerusalén, que habitan al norte de la Ciudad Vieja, en el distrito de Sheij Yarrah, enciende la mecha en medio de dos sensibles celebraciones. El Tribunal Supremo tuvo que aplazar la publicación de la sentencia que, supuestamente, resolvería una reivindicación de siete décadas que mantienen los grupos de colonos vinculados a la ultraderecha israelí que reivindican -con títulos de propiedad- la adquisición de inmuebles a judíos anteriores a la creación del Estado de Israel.
Así, luego de siete años, volvieron las explosiones a la Ciudad Santa y a la Media Luna Roja palestina que montó un hospital de campaña en la explanada de la mezquita de Al Aqsa y seguirá contando los heridos y los muertos.