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Estos días hubo una noticia en la India sobre una niña llamada Devanshi Sanghvi, la hija mayor de Dhanesh Sanghvi y quién por línea de sucesión iba a heredar la fortuna del negocio familiar.
“Sanghvi and Sons”, una reconocida empresa que fundaron sus antepasados en 1981, famosa en Surat (ciudad portuaria al este de la India), la mayor fabricante y exportadora de estas gemas en la tierra del Koh-i-Noor (cuya fortuna, según detalló la agencia India de calificación crediticia ICRA) tiene un patrimonio neto de US$60 millones.
Lo que llamó la atención de muchos fue el hecho que Devanshi decidiera, con tan solo 8 años, renunciar a la millonaria herencia que iba a corresponderle por el solo hecho de llamarse “primogénita”, para dedicar su vida al servicio y seguir el camino espiritual.
Esta niña de sonrisa inocente, es ya, una de las personas más jóvenes en tener una “diksha”; ceremonia de varios días mediante la cual se renuncia a las posesiones materiales para adoptar un monacato (estilo de vida dedicado a la religión).
El jainismo es conocido en los textos antiguos también como śramaṇa dharma (la filosofía de confiar en sí mismo) y el camino de los nirgranthas (aquellos sin apegos ni aversiones).
El jainismo tiene más de cuatro millones de adeptos en India, muchos de los cuales se dedican al comercio.
El centro de esta creencia religiosa es “la confianza en uno mismo”, ellos entienden que la voz interior es la voz de Dios.
El símbolo sagrado de las jainas representa la palma de una mano en medio de la cual hay un chakra, luego una esvástica que simboliza el ciclo de la vida, coronada por tres puntos que representan tres joyas y un semicírculo que rodea un punto, que simboliza el alma libre en el conocimiento de la sabiduría universal.
Siempre he sido curiosa, y los símbolos me causan particular fijación. También las diversas corrientes religiosas, porque he descubierto que a pesar de las diferencias en la forma, todas llegan al mismo lugar, la conexión.
Y “conectando los puntos” o “connecting the dots”, como dicen los gringos, no pude evitar focalizar en la parte superior del Arhay, donde resalta una esvástica. Esto me hizo viajar del Templo de Ranakpur en Rajasthan, India, (uno de los lugares santos de la religión jainista) , directo al Reichsparteitagsgelände en Nuremberg (lugar donde se celebraron varios eventos del partido Nazi en Alemania).
En 1934 Adolf Hitler se convirtió Führer (caudillo) del régimen totalitario durante el período conocido como Tercer Reich o “Alemania nazi”. Aquel símbolo, representado con una cruz con brazos doblados en ángulo recto, se extendió por el mundo como el logo más marketinero, después de la Segunda Guerra Mundial.
Este emblema tiene una carga energética tan fuerte (que puede girar en ambos sentidos, con o en contra de las manecillas del reloj), y que con la intención con la que fue creado, se volvió (y aún es) la asociación mental más simple con el odio y la guerra.
En una cultura donde reinaba “lo impreso”, el partido nazi distribuyó postales, pancartas, brazaletes… todo tipo de merchandising político que convirtió al nazismo en una “moda mainstream” con un “disfrazado sentido inocente” patrocinado por la pulida estética cromática de aquél entonces.
Volviendo al símbolo, la esvástica es básicamente una cruz con sus brazos doblados en ángulo recto, que según como gire (puede ser en sentido dextrógiro con las manecillas del reloj y su brazo superior apunta a la derecha 卐), o ya bien en sentido levógiro (en contra de las agujas del reloj 卍), tiene una diferente connotación ( y energía).
Entonces ¿cuál es el real significado de la esvástica?...Todo depende ¿“De qué depende”?
Habría que preguntarle al filósofo Pau Donés (Q.E.P.D.), que en su disco titulado Depende, de 1998, nos dio una lección de espiritualidad con esta canción. No solo nos dejó un jarabe para dilemas como este, sino que además, musicalizó una enseñanza que podemos cantar hasta en la ducha…
“Que to´ lo que sube, baja
De abajo arriba y de arriba abajo.
Depende ¿de qué depende?
De según como se mire, todo depende”.