MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
El mundo despierta, una vez más, envuelto en su eterna dualidad. Mientras los líderes mundiales se reúnen en la 57ª Asamblea General de la ONU para firmar el Pacto Digital Global del Futuro, prometiendo un porvenir más seguro y sostenible para las generaciones venideras, al otro lado del globo, el presente se desmorona. En el Líbano, más de 550 personas, entre hombres, mujeres y niños, han sucumbido a los bombardeos, víctimas de un conflicto implacable que no entiende de treguas ni de pactos.
Es irónico, casi trágico, que mientras los poderosos del mundo debaten sobre “el futuro”, el presente sigue cobrándose vidas a diario. Como si se trata de una disonancia cognitiva colectiva, los discursos llenan de esperanza las salas de la ONU, mientras fuera de sus muros el mundo continúa al borde del colapso, atrapado en las garras de la guerra. Uno no puede evitar preguntarse: ¿de qué futuro hablan? ¿Qué promesas pueden hacerse cuando las decisiones actuales nos arrastran hacia un ciclo interminable de crisis y destrucción?
Fawaz Gerges, profesor de la London School of Economics, lo resume con brutal claridad: el Consejo de Seguridad de la ONU está “paralizado y disfuncional”, y la Asamblea General es “más simbólica que ejecutiva”. La ONU, que antaño se erigía como un faro de esperanza y diplomacia, hoy parece una reliquia de otra era, desfasada frente a la magnitud de los desafíos globales. ¿Cómo puede ser relevante una organización que, ante las mayores crisis humanitarias de nuestro tiempo, parece impotente, cuando no es irrelevante?
La diplomacia internacional es crucial, eso es innegable. Nadie duda de que el diálogo entre naciones y la cooperación son esenciales para lograr un mundo más pacífico. Pero cuando esos acuerdos se firman en lujosas salas de conferencias, mientras afuera la guerra sigue su curso sin tregua, resulta inevitable cuestionar su efectividad. ¿Está la ONU desempeñando un papel verdaderamente relevante? En un momento de profunda transformación global, con riesgos catastróficos y existenciales cada vez más graves, las decisiones de nuestros líderes parecen alejarnos cada vez más de la estabilidad tan necesaria.
El nuevo Pacto Digital Global del Futuro, firmado en la Asamblea General, busca abordar precisamente estos desafíos. En su núcleo, contempla una necesaria reestructuración de la ONU, un esfuerzo por adaptarse a un mundo que cambia rápidamente. El pacto subraya que “esto exigirá un renovado compromiso con la cooperación internacional, basado en el respeto al derecho internacional”. Sin este compromiso, no solo será imposible gestionar los riesgos actuales, sino también aprovechar las oportunidades que presenta el futuro.
Es fundamental reconocer que el sistema multilateral, con la ONU y su Carta en el centro, debe fortalecerse para estar a la altura de los tiempos que corren. Las instituciones internacionales deben ser efectivas, justas, democráticas, equitativas y representativas del mundo actual. Además, es esencial que sean inclusivas y financieramente estables para poder enfrentar tanto los desafíos del presente como los del futuro.
A pesar del caos, también emerge un rayo de esperanza. La transformación global, en la que tantos depositan su fe, ofrece la posibilidad de una renovación y de un progreso fundamentado en la humanidad compartida. Los avances en conocimiento, ciencia, tecnología e innovación podrían allanar el camino hacia un futuro mejor y más sostenible para todos. Sin embargo, para lograrlo, se necesita una visión clara, concreta y un compromiso inquebrantable por parte de todos los actores globales.
El futuro no se construye solo. Es momento de aprovechar esta oportunidad de cambio y actuar ahora, con firmeza y decisión. Solo así se puede evitar un destino de crisis permanente y colapso. El futuro lo construimos todos, hoy.