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Hemos progresado significativamente en múltiples dimensiones del desarrollo humano, en gran parte gracias a la libertad económica. Esta nos da la posibilidad de organizarnos como sociedad, entre otras, bajo la forma de empresa, y de emplear nuestra creatividad, talentos y recursos para entregar soluciones.
Sin embargo, nuestro desarrollo está desconectado de la salud de la naturaleza, de la cual somos una parte inseparable. Nuestra idea de crecimiento lineal en un mundo de recursos finitos nos está llevando a agotar recursos como el petróleo, alterando el clima 5.000 veces más rápido que en cualquier otro momento de la historia. Nuestra huella ecológica equivale a 1,5 planetas, un ritmo de consumo 50% mayor a la capacidad de la naturaleza de regenerar sus recursos. Estamos tratando a la naturaleza como un ingreso y comprometiendo, paradójicamente, nuestro progreso.
La pérdida de dinámicas de la naturaleza y la falta de adaptación al cambio climático son retos sistémicos, a su vez conectados con un aumento en los riesgos de desastres, crisis alimentarias, escasez de agua, el surgimiento de enfermedades infecciosas e inestabilidad social.
Necesitamos co-crear una nueva visión de progreso con una mirada ecológica, reconociéndonos parte de la naturaleza. Nuestros impactos en el clima y el resto de la naturaleza no pueden seguir siendo una externalidad. Deben estar en el centro de las soluciones, enmarcadas en un desarrollo regenerativo. Y para acelerar esta transición, necesitamos, entre otras soluciones, a la empresa.
¿Por qué la empresa? Existen otras formas de movilización social valiosas, pero son las empresas las que cuentan con modelos de negocio y crean recursos, y esa es precisamente su fórmula mágica. Como señala Michael Porter: las utilidades permiten que las soluciones crezcan, sean escalables y se mantengan en el tiempo.
Más allá de que las empresas destinen parte de sus utilidades en forma de donaciones filantrópicas -lo cual es loable- necesitamos empresas con modelos de negocio regenerativos que amplifiquen su impacto positivo, ayuden a sus grupos de interés a progresar en sus comunidades.
El concepto de “regeneración” implica una revolución copérnicana para el capitalismo. Nuestros esfuerzos en sostenibilidad se han enfocado en ser menos malos: reducir nuestra huella de carbono, consumir menos agua, generar menos basura o mitigar los impactos negativos en la naturaleza.
Un capitalismo regenerativo es hacer explícita esa dirección positiva en la que queremos avanzar, con una mirada ecológica. Con soluciones alrededor de que tengamos aire limpio, agua limpia y en las cantidades necesarias, suelos fértiles, ecosistemas saludables, energías renovables, una economía circular, educación de calidad, salud, y la libertad para soñar, idear, diseñar y entregar esas soluciones.
Es también gracias a la libertad económica que como consumidores podemos hacernos la pregunta: ¿Qué empresas queremos que existan? La libertad implica responsabilidad, por eso, como empresarios y consumidores tenemos la responsabilidad de trazar una nueva senda: pasar del progreso con impactos colaterales negativos, a un desarrollo regenerativo que funcione para el todo del que somos parte, la naturaleza.