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Hoy, la aplicación de nuevas tecnologías en las empresas es un factor clave de éxito. La naturaleza competitiva del mercado las presiona a adaptarse o, de lo contrario, se corre el riesgo de quebrar. Para el caso de los gobiernos, no hacer uso de estas no acarrea mayores riesgos; no obstante, limita la capacidad de darle un mejor servicio al ciudadano.
Al no ser una obligación, depende del gobernante de turno, de su afición y de su conocimiento en este campo, y puede hacer que se pierda una oportunidad para modernizar y hacer más eficiente su gestión. Dada la descentralización que se produce en la mayoría de países, los usos más visibles en la innovación en este aspecto se hallan en lo que se conoce como “ciudades inteligentes”.
Este fenómeno, más que un tipo de ciudad específico, implica urbes que implementan nuevas tecnologías. Singapur (caso excepcional de una ciudad-Estado) es una muestra de esta tendencia.
Allí han logrado desarrollar sistemas inteligentes que detectan, por ejemplo, si alguien está fumando en zonas prohibidas. Adicionalmente, capturan grandes cantidades de información, que van desde los movimientos de cada automóvil hasta la conglomeración de personas en diferentes sitios de la ciudad. Estos datos se suben a una página que le permite al Gobierno monitorear cómo está funcionando la urbe en tiempo real.
En San Francisco, la cuna de Silicon Valley, el enfoque ha estado en la movilidad al utilizar la tecnología para entender y hallar soluciones frente a las complejidades de la ciudad en este aspecto (ver https://tinyurl.com/yavweh9u). La meta inmediata es reducir las fatalidades por accidentes, las emisiones y los viajes de vehículos con un solo pasajero en 10% para 2020 mediante el uso de los sistemas de información.
En la misma línea que las grandes empresas, en la mayoría de ciudades inteligentes se han creado los cargo de CTO (Chief Tecnology Officer) y CIO (Chief Information Officer). Nuestro país está lejos de tener este enfoque.
En materia de seguridad, su mayor reto está en las ciudades. Diariamente, en Bogotá, decenas de ciudadanos sufren este flagelo. Pocas personas caminan tranquilas por las calles, sin que se apliquen soluciones eficientes desde lo tecnológico.
En el mundo, la principal innovación en esta materia son las Rtcc. Se trata de centros de control del crimen en tiempo real que están en comunicación con la policía de campo y tienen un fuerte componente de cámaras que pueden hacer ‘patrullaje virtual’, además de sistemas que detectan disparos, e importantes programas que posibilitan utilizar el ‘big data’ para hacer seguimiento a los focos delincuenciales.
Bogotá tiene un centro de este tipo, pero su alcance y capacidad dista significativamente de lugares como Nueva York. Adicionar la tecnología adecuada puede mejorar los centros urbanos no solo en a la movilidad y seguridad sino temas tan variados como participación ciudadana, salud y espacio público, entre otros.
Necesitamos acoger las mejores prácticas del mundo, realizar alianzas público privadas con empresas de tecnología, convocar a los ciudadanos a proponer estrategias y a abrir, a través de las universidades, concursos públicos para encontrar soluciones innovadoras frente a tantas necesidades.
El primer paso debería ser el designar un CTO o un CIO en las principales ciudades de Colombia. Este sería un mensaje de que vamos por el camino correcto.