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El más reciente índice departamental de competitividad ubicó, como ya es costumbre, a Bogotá en el primer lugar. En un país aún centralista como el nuestro, sería extraño que la capital no punteara. Por esta razón, para los interesados en la ciudad, analizar los indicadores en los que fue superada la ciudad por entes territoriales con menos ventajas, aporta más.
En los pilares generales, los tres únicos en los que no figura en el primer lugar son educación básica y media, educación superior, y capacitación y sostenibilidad ambiental. La educación, al ser el motor de desarrollo de una sociedad, genera inquietud. Que un departamento como Casanare esté en este aspecto por encima de la capital colombiana debe prender alarmas.
Bogotá, en indicadores específicos de coberturas netas en preescolar, primaria y secundaria, está en niveles realmente preocupantes ya que se ubica entre los puestos 10 y 20. Respecto a espacio en aulas educativas de establecimientos oficiales, calidad de docentes de colegios públicos y, la deserción escolar en educación superior- aunque hace parte de otro pilar- se posiciona entre los puestos 20 y 26. ¿Cómo es posible?
Sin embargo, estos no son resultados de la administración de Peñalosa. El distrito viene ocupando el cuarto puesto en educación desde la época de
Petro, cuya nefasta herencia administrativa todavía requiere algún tiempo para mejorar. Con eso dicho, el actual alcalde se aproxima a la mitad de su mandato por lo que en el próximo informe será difícil aducirle la responsabilidad a su antecesor. En el caso de la sostenibilidad ambiental, la ‘Bogotá mejor para todos’ sí puede sacar pecho. En este importante ítem subió del décimo al quinto puesto. El tema medioambiental es crucial para el futuro del país y la región.
Es importante destacar que el discurso de Petro a favor del ambiente queda en entredicho -un grito populista más al que estamos acostumbrados- pues durante los últimos tres años de su administración nunca superó el undécimo lugar en el ámbito nacional; una verdadera vergüenza.
Aparte de estos pilares, vale la pena resaltar los indicadores específicos en los que la ciudad se rajó. Por ejemplo, por debajo del puesto quince se encuentran el número de jueces por 100.000 habitantes y la eficiencia de los mecanismos alternativos de justicia. Esta es una queja constante de la ciudadanía que siente que existe una justicia deficiente en Bogotá. En términos de infraestructura, aunque no depende únicamente de la ciudad, el costo del transporte terrestre a puertos y al mercado interno origina grandes deficiencias en competitividad.
Y por supuesto, en el tema de moda, el distrito está en el último puesto en materia de carga tributaria para las empresas, con una tasa impositiva de 69,78%. Así mismo, en salud se encuentra una dificultad en el tiempo de asignación de citas médicas ya que igualmente ocupa el último lugar en el país. Estas son las variables en las cuales la capital no da la talla. Con un PIB de $221.756 millones, que representa una participación de 25% del PIB nacional, bajo ninguna circunstancia esta debería alejarse de los primeros puestos y mucho menos estar en los últimos.
Este tipo de estudios es una gran herramienta para todas las autoridades a la hora de tomar medidas y mejorar la competitividad de Bogotá. Ojalá no quede en los cajones de los escritorios de las entidades como tantos otros que han corrido tal suerte.