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Analistas 08/09/2022

La reconciliación, nuestro mandato

Fernanda Gómez Velásquez
Politóloga y Profesional en Relaciones Internacionales

El devenir histórico en esta Colombia dolida ha estado marcado por la conflictividad como una constante. Hace doscientos doce años, el cantar de independencia anunciaba en un grito triunfalista el presagio de que no se avecinaban tiempos mejores, sino más difíciles de sortear. Conflictos como el que surgió entre liberales y conservadores acentuaría el debilitamiento del Estado obligando a ambas partes a buscar una tregua que se consolidó finalmente con la creación del Frente Nacional.

Las guerrillas y grupos paramilitares vendrían después, de la mano de la aparición del narcotráfico y la sangrienta guerra entre carteles y el establecimiento. Estábamos sin duda ante un Estado fallido que requirió de la seguridad democrática como política de Estado para encontrar solución a la inviabilidad de la vida sobre todo en la ruralidad; las FF.MM. representaron la esperanza para millones de ciudadanos clamando incesantemente una defensa contundente frente a la insurgencia que cada día se fortalecía más. La bandera política de Juan Manuel Santos llegaría con La Paz, apoyada por muchos y cuestionada por otros.

No importa la época o el contexto, la ideología o el partido político, el desenlace hasta ahora, siempre ha sido el mismo: violencia y confrontación permanente; violencia y confrontación permanente entre colombianos. Si hay alguna certeza en la que todos, sin reparo deberíamos coincidir es que el país necesita reconciliación y la necesita ahora.

La Colombia de hoy viró hacia la propuesta de país planteada por el presidente Gustavo Petro, la de un gobierno de izquierda por El Cambio. Hoy el balón se está jugando en su cancha, donde además de la tarea de cumplir una agenda excesivamente ambiciosa que incluye retos en materia de paz, transición energética, reformas agraria, laboral y tributaria tendrá el compromiso de liderar procesos de reconciliación entre cada uno de los sectores de la sociedad, del cual todos como ciudadanos también somos responsables de facilitar.

Las brechas de la polarización deben cerrarse. Los efectos del conflicto armado, la desigualdad social y la corrupción han dejado secuelas muy difíciles de sanar si no hay voluntad política y un compromiso ciudadano integral con el otro. La tensión permanente entre la Primera línea y la Policía Nacional, por poner un solo ejemplo requiere de forma inmediata del liderazgo de las instituciones para pasar, por fin una pagina donde el odio le ganó al juicio y acabó causando un daño incalculable al tejido social del país.

Colombia solo avanzará cuando como sociedad entendamos que la verdadera meta es remar hacia el mismo lugar, sin importar la orilla: la reconciliación. El gran Gabriel García Márquez, un día dijo “Colombia es un inmenso país que ha crecido por encima de todos los inconvenientes, de todas las catástrofes y por encima de todas sus malas noticias”, y cuánta razón tenía.

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