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Daron Acemoglu, James Robinson y Simon Johnson obtuvieron el premio Nobel de Economía por sus aportes a esa ciencia. Esta distinción me trae a la memoria cómo a finales de 2013, el libro ‘Por qué fracasan los países’ de Acemoglu y Robinson generó un importante debate en el ámbito académico.
Recuerdo, en mi curso de Historia del derecho en la Universidad Externado que debía abordar el Estado desde múltiples perspectivas. Una de ellas, la económica, por lo cual este libro me caía como anillo al dedo. En ese momento, combiné el análisis con el libro del profesor español, Ignacio Sotelo ‘El Estado social’ (2010).
Al año siguiente (2014), el mundo discutió otro libro económico publicado por el francés Thomas Piketty ‘El capital en el siglo XXI’, donde estudia la manera como se concentra la riqueza en las secuencias históricas de los dos últimos siglos. En el texto, el profesor descubre una tendencia a la desigualdad cuando el aumento de la rentabilidad del capital es superior al crecimiento económico de los países. En este caso, instituciones, libertad e igualdad en el centro del debate.
Ese momento histórico, nos traía una profunda reflexión en nuestra región sobre el rol del Estado bienestar que utilizaba de forma exclusiva los recursos no renovables para sobrevivir; en el texto de Acemoglu y Robinson se describe cómo la maldición de los recursos naturales termina debilitando el sistema económico y la creatividad de los países para producir riqueza. De hecho, si el país se focalizaba en un solo producto, podrían generarse crisis permanentes y caer en la espiral de la dependencia. Estos dos teóricos concluyeron que los países que no tenían instituciones sólidas no tenían garantizado su desarrollo.
Para los autores, era necesario distinguir entre sociedades extractivas e instituciones inclusivas. Las primeras son portadoras del autoritarismo, concentración del poder y corrupción. Las segundas se caracterizan por la tridivisión de poderes, el respeto por la autonomía judicial y la propiedad, existencia de seguridad y la realización periódica de elecciones. Esa función debe ser garantizada por los gobiernos y sustentada por las leyes y las constituciones.
En 2019, los autores volvieron a publicar un libro llamado ‘El pasillo estrecho’, que plantea un debate sobre el origen de la libertad producto de la tensión entre Estado y sociedad. De nuevo, se trata de buscar un punto medio para garantizar la prosperidad en las naciones. En 2023, fueron Acemoglu y Johnson los que publicaron ‘Poder y progreso’, donde se abordó el desarrollo de la tecnología como parte fundamental para el avance de la democracia.
En fin, este premio Nobel de Economía vuelve y nos pone sobre la mesa, sobre todo en este momento tan difícil de Colombia, cómo las instituciones son el mecanismo para que los países no fracasen y sean el freno a los autócratas.
En nuestro país, las instituciones se encuentran en la Constitución de 1991 y allí están los valores que las sustentan. Esa, y no otra cosa, es lo que se jugará Colombia en 2026 cuando se enfrente un modelo que querrá terminar de arrasar lo construido o, por el contrario, se elija una opción que reedifique el eje institucional del país. A releer a Acemoglu, Robinson y Johnson.