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Hace un par de años, mientras recorría el centro de San Salvador, pregunté cuál era el país que estaba haciendo la ambiciosa renovación urbana en esa parte de la ciudad. La respuesta fue China. Mi interlocutor me dijo que en los próximos años le darían brillo al país con grandes obras de infraestructura con apoyo de China. “Vieras como quedará la monumental Biblioteca Nacional de la ciudad”, me dijo. En enero de este año la inauguraron. No tiene nada que envidiarle a cualquier obra faraónica en el mundo.
Esta realidad se observa en Venezuela, Colombia, México, Perú, Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia y otros países de la región. En Venezuela se adjudicaron 17 megaproyectos entre 2003 y 2027 por más de US$22.000 millones. En Colombia construyen la primera línea del metro de Bogotá y la autopista al mar 2. En Ecuador hicieron la primera línea del metro de esa ciudad y el aeropuerto internacional de Manta. En México, intervinieron la primera línea del metro. En Brasil, desarrollaron parte de las redes de transmisión eléctrica a cargo de la empresa china State Grid. En Antigua y Bermuda, el puerto de Saint John’s. En Argentina, múltiples obras de infraestructura en la Patagonia. En Chile, la empresa China Shouthern Power Grid se quedó con 27% de Transelec, la mayor operadora de redes de alta tensión. En 2020, State Grid adquirió la Compañía General de Electricidad y 100% de Sempra Energy en Chilquinta Energía, el tercer mayor distribuidor de energía en Chile.
En Perú acaban de inaugurar el puerto de Chancay a 80 kilómetros de Lima, que permitirá recibir buques con 18.000 contenedores y reducirá los tiempos de envío de 45 a 23 días desde América Latina a Asia y viceversa. El faraónico puerto, que costó US$1300 millones, lo hizo China. Ese puerto se ubica estratégicamente en el llamado Triángulo del Litio, formado por Argentina, Bolivia y Chile, lo que para China es fundamental.
En síntesis, cientos de obras en la región en países democráticos y autoritarios, entre carreteras, trenes ligeros, metros, escuelas, hospitales, puentes, túneles, puertos, aeropuertos y más de 30 centrales energéticas. Los chinos son pragmáticos, aplican al dedillo la famosa frase de Den XiaoPing: “ No importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. Y en América Latina, lo han hecho con mucha rapidez.
Es tan importante la inversión china en la región que según el informe de Flacso/Ilas “China y América Latina y el Caribe entre: Relaciones multidimensionales y multinivel” (2024), entre 2003 y 2022, ese país ha invertido en la región US$187.500 millones. Todo esto, bajo unos criterios estratégicos regionales.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos vuelve a poner a China en el ojo del huracán. La competencia estratégica por América Latina está en el radar. Lo cierto es que mientras Estados Unidos piensa sobre las estrategias con América Latina, los chinos siguen invirtiendo y llenando espacios vacíos.