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La elección de Donald Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos planteará una transformación de la agenda internacional de ese país en diversas regiones del mundo. El caso colombiano, no será la excepción.
Por ello, desde enero del próximo año, algunos temas serán considerados en la agenda binacional. El primero de ellos, la lucha contra el narcotráfico, en especial, lo atinente a la erradicación de cultivos ilícitos. Es claro que la administración Biden suspendió el informe sobre número de hectáreas sembradas y erradicadas de coca y eso ayudó a que el gobierno de Petro no pusiera ninguna presión al aumento de narcocultivos.
Según el informe de la ONU, el país en el 2023 tenía 253.000 hectáreas sembradas frente a las 230.028 de 2022. Lo grave es que la forma de multiplicar la producción llevó a que pasáramos de 1.738 toneladas de coca en 2022 a 2.664 toneladas en 2023.
Las acciones que confirman estas nuevas cifras son evidentes. El gobierno privilegió la incautación de droga y dejó que crecieran los cultivos reduciendo de forma significativa su erradicación manual. La llegada de droga a los Estados Unidos ha crecido. Trump ya dejó claro que el fentanilo y la cocaína son tema de preocupación nacional. En eso se alinea su pensamiento con las agencias que persiguen esas redes criminales transnacionales.
Seguramente la administración Trump reactivará el informe sobre cultivos ilícitos y el Departamento de Justicia tendrá una mayor actividad con sanciones a personas que tengan relaciones con narcotráfico en Colombia o que les faciliten su trabajo. Con estas decisiones, las agencias de investigación que alimentan el trabajo de los fiscales en los Estados Unidos serán más incisivas.
Un segundo aspecto tiene que ver con el tratamiento de la inmigración ilegal. Es sabido que en los últimos años se ha incrementado de forma masiva. Para poner un dato concreto, solo el año pasado entraron más de 500.000 personas ilegales a los Estados Unidos.
Las rutas son de dos vías. La primera desde el sur del continente pasando por el Tapón del Darién por donde circulan ciudadanos de varios países africanos y sudamericanos y, la otra, parte del triángulo norte (Salvador, Honduras y Guatemala) hacia la frontera sur de los Estados Unidos. El gobierno Biden en cabeza de la vicepresidenta Kamala Harris falló en la contención de este problema porque limitó su solución a los países de llegada (Guatemala y México) desconociendo las rutas y los países de paso. Antes de la llegada al poder Gustavo Petro, existió cooperación con las autoridades de migración entre los países vecinos. Con el paso del tiempo, se fue desmantelando, especialmente en la región del Urabá antioqueño.
De igual forma, Colombia suprimió la visa de múltiples países africanos lo que facilitó que los migrantes de esos países utilicen rutas aéreas por Colombia para llegar a los Estados Unidos. No debe perderse de vista que detrás de esta circulación se engendra, en muchos casos, un aparato criminal que conlleva el tráfico de migrantes. Estos dos aspectos, más el caso de la relación con Venezuela, estarán en la agenda de los Estados Unidos.
Definitivamente, la elección del presidente Donald Trump es una mala noticia para el gobierno de Gustavo Petro y una muy buena noticia para los colombianos.