MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Es urgente ponerle pueblo a nuestra política internacional si no queremos acumular, en el exterior, fracasos que se congelen en contra nuestra, en medio de la ignorancia colectiva de la gente, originada por el secretismo oficial.
Las incidencias de nuestra política exterior en el Caribe, por ejemplo, nos obligan a precisar un punto clave de la política doméstica: ¿Hasta dónde están comprometidos los aspirantes a la Presidencia de la República con la defensa de la integridad territorial colombiana, teniendo en cuenta su estrecha identidad ideológica y su cercana relación política con el gobierno de un país que pretende apoderarse de parte importante de nuestro suelo y que, además, es socio activo de un bloque de Estados abiertamente hostil? Es hora de escuchar las respuestas.
Por lo pronto, sería muy útil para todos los miembros de la comunidad internacional establecer si los aspirantes son solidarios con los 50 millones de colombianos resueltos a defender sus derechos, o si su afinidad con el gobierno nicaragüense incluye el respaldo a las pretensiones expansionistas, alentadas persistentemente desde Managua. Así los ciudadanos colombianos sabrían a qué atenerse al consignar su voto en las próximas elecciones.
¿Es mucho pedirle a un candidato que jure defender los derechos del país y exigirles lo mismo a los partidos y movimientos políticos que lo respaldan?
Una cosa es la lucha política que se libra sin cuartel en vísperas de las elecciones domésticas y otra bien distinta la política internacional. Hay una especie de tolerancia en la contienda local, un acuerdo tácito que permite llegar a los peores extremos, sin perjuicio de celebrar alianzas una vez finalizan los escrutinios. El “todo vale” de las reyertas se apacigua y los elegidos hacen gala de una cortesía que, en algunos casos, los sienta alrededor de la mesa del presupuesto para repartirlo siguiendo las pautas de coaliciones unidas con pegante burocrático.
En política internacional es distinto o, por lo menos, debe serlo. En ella juegan intereses nacionales cuya defensa nos obliga a todos y en donde presentar un frente fraccionado debilita la posición colombiana, por sólida que sea. Estamos en mora de poner en marcha una campaña de información que refuerce los conocimientos populares sobre este caso y los amalgame con la defensa de su territorio. No puede demorarse más esta amplia labor pedagógica, que deberá aprovecharse para que nuestros compatriotas entiendan la importancia de mantener una política internacional firme y aumentar el respaldo masivo, que debe ser constante e indeclinable.
Por eso es oportuno que, con unas elecciones presidenciales aproximándose, los partidos políticos y sus candidatos manifiesten, en forma clara e inequívoca, su compromiso indeclinable con la defensa del territorio del país que aspiran a gobernar. Una manifestación de esta naturaleza, sin sombra de vacilación y sin ambigüedades, despejará cualquier duda que pueda existir sobre compromisos con movimientos políticos o agradecimientos de cualquier clase con otros países.
Quien aspire a la Presidencia de Colombia no debe tener reticencias de ninguna clase para manifestar su voluntad de proteger la integridad territorial de la Patria.