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En una guerra, la primera víctima es la verdad. Y no es cuestión reciente. Siempre lo ha sido. Ahora más, desde que la opinión pública juega un papel cada vez más preponderante en el comportamiento de los pueblos que se lanzan a la aventura bélica o son arrastrados a confrontaciones que no desean, pero tampoco pueden evitar.
La guerra se hace con guerreros y mientras más motivados estén, mayor su eficacia en el combate y en el manejo de las armas más sofisticadas, que se ponen en sus manos y se clasifican por su capacidad de exterminar al enemigo. Pero, en definitiva, desde el garrote del troglodita hasta la ojiva nuclear tienen el mismo propósito de borrar de la faz de la tierra al oponente.
Y para estimular el ánimo no hay quién detenga un tanque para evitar atropellar a la verdad que se le cruce en el camino.
Desde la aparición de los medios virtuales, la verdad se esconde, se encripta, se mimetiza tras la propaganda, la ideología o los intereses de los poderosos. Lleva la carga letal que le quiera equipar el emisor, muchas veces imperceptible. No es colateral que Google, Apple y otros gigantes de la tecnología frenaran el uso de sus plataformas para los medios de comunicación estatales rusos, utilizados por Putin para “justificar” su guerra en Ucrania; ni tampoco el bloqueo a Google Pay y Apple pay, que dejaron de funcionar para los clientes de los bancos rusos.
Es claro que esta guerra en Ucrania, que nos amenaza a todos, no se está librando solamente en su territorio. El ciberespacio es el nuevo escenario que, aunque virtual, no es menos letal. De hecho, mientras Rusia bombardea, Estados Unidos y Europa les cierran las cuentas al gobierno y a los multimillonarios rusos y les niegan el acceso al código Swift para evitar transacciones internacionales. Las reacciones a este mecanismo de presión demuestran que han dado en el blanco. El acoso económico los ha llevado hasta verbalizar la temida amenaza nuclear. Hay un nuevo escenario de guerra.
La verdadera amenaza, a la que teme un mundo atrapado en las redes, es la de los ciberataques, una especialidad en la que los rusos parecen llevar ventaja, mientras los americanos se preparan con movimientos defensivos advertidos por el FBI. Estos ciberataques podrían tener como blanco el gobierno americano, la infraestructura, los bancos... Sería una guerra entre hackers, inimaginable para el ciudadano común. Los bancos serían los más temerosos y los usuarios de estos, los más desprotegidos. ¿Está preparado el mundo para defenderse de estas armas letales?
A la verdad, en este guerra, le están volando hasta los puentes en el ciberespacio.