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La compra de más armas por parte del Gobierno de Venezuela es una de las peores nuevas noticias viejas de estos meses. Profundamente inquietante por la cantidad y calidad del equipo, por la confirmación de su procedencia, por la ratificación de una política de armamentismo que viene acentuándose desde hace varios años y, además, porque se conoce precisamente cuando ese Gobierno adelanta conversaciones con la oposición para normalizar su política interna, cuyos enfrentamientos afectan la geopolítica mundial.
Desde luego, las relaciones inevitables, que nacen de la vecindad y se agitan con los antecedentes inmediatos, aumentan nuestra preocupación. Nadie puede permanecer indiferente cuando el vecino lo insulta al mismo tiempo que comienza a comprar armas al por mayor.
Nuestra política es nítida en cuanto a defensa se refiere: no seremos agresores. Jamás lo seremos, pero sí debemos estar preparados al máximo para repeler cualquier agresión, venga de donde viniere. Por consiguiente, debemos disponer de la fuerza suficiente para impedir cualquier abuso y rechazar cualquier ataque.
Esta política de defensa debe estar lo suficientemente clara para que todo el mundo, literalmente todo el mundo, sepa a qué atenerse. No puede existir ni la menor duda sobre nuestra voluntad de paz y la disposición de coexistir tranquilamente con todos los miembros de la comunidad internacional.
Este es un mensaje claro que nuestra diplomacia debe llevar a todas las naciones de manera diáfana e insistir en él, con cordialidad pero también con firmeza, en cambio de cruzarse de brazos esperando que pase el tiempo y se creen falsas imágenes, que nos pinten con colores de violencia y desfiguren la realidad con la ayuda de potencias interesadas en mostrar lo que no somos ni queremos ser.
Nadie puede permanecer indiferente si el vecino lo insulta y al tiempo compra armas al por mayor
Que quede claro: somos prudentes y pacíficos, pero no bobos.
La nuestra debe ser una fuerza disuasiva, implementada con los recursos suficientes para que nadie en su sano juicio se atreva a intentar atemorizarnos.
El armamentismo que inició el socialismo del Siglo XXI en su versión chavista incluye equipos que van desde tanques hasta cohetería de largo alcance, y definen el largo alcance como aquel que le permite al misil cubrir la distancia entre sus bases de lanzamiento y las ciudades y localizaciones estratégicas de Colombia.
El armamento comprado por Venezuela al inicio de esta carrera armamentista incluye todo género de equipos: tanques, misiles, aviones… hasta el famoso fusil ruso Kalashnikov, del cual se adquirieron cantidades superiores al número de integrantes de sus fuerzas armadas. ¿Qué destino tenían los excesos?
Ahora están llegando drones, más cohetes y más aviones, esta vez provenientes de Irán. Y, simultáneamente, aparecen declaraciones que escalan la belicosidad, anunciando que las confrontaciones tendrán lugar en suelo colombiano. ¿Qué significa esto?
Entre tanto, continúa el interminable desfile de emigrantes, que escapan hacia Colombia por trochas abiertas por los caminantes que intentaron cruzar los puentes y los encontraron bloqueados por containers, atravesados en la vía para no dejar pasar ayudas humanitarias.
¿Qué sentido tiene gastar en armas el dinero que ya no hay, en la mitad de una crisis que obliga a su población a emigrar en busca de nuevos medios de subsistencia?