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Todavía estamos a tiempo para decidir si las próximas elecciones serán una feria de promesas o un certamen abierto, para que los ciudadanos escojan libremente a quienes mejor los representen.
Sería imperdonable llegar a ellas, como de costumbre, con los ojos cerrados para desaprovechar la oportunidad de hacer de estas las primeras de la reconstrucción nacional que el país está demorado en comenzar.
Asumiendo que el engranaje de la mecánica electoral para recibir y contar los votos funciona con eficiencia y limpieza, todavía hace falta preparar al ciudadano para elegir en conciencia, sin desperdiciar el mayor poder que tienen los electores en un país democrático : el voto.
Podría empezarse por una evaluación del trabajo parlamentario, analizando las actuaciones de cada senador y representante a la Cámara, en una especie de rendición de cuentas, en donde el ciudadano pueda valorar el comportamiento del parlamentario al cual respaldó. Algo bien distinto de lo rutinario, en el que el elector elige sin estudiar a fondo los antecedentes de su preferido, ignorando en la mayoría de los casos cómo desempeña su labor y, por tanto, sin el conocimiento suficiente para decidir si le vuelve a entregar su voto o, mejor, vale la pena ensayar algo nuevo o renovar lo existente.
Organizar la información para divulgar y facilitar la consulta de estos datos no es tarea especialmente difícil y evitaría que algunos avispados se logren colar por las rendijas de un sistema en proceso de constante mejoramiento. Por fortuna existen ya trabajos serios en este sentido. Solo falta coordinar esfuerzos y mostrar caminos para que el votante escoja con entera libertad.
De esta manera se llega al día de las elecciones con mayores elementos de juicio para el voto en conciencia, y el análisis previo de los méritos y capacidades de los aspirantes aumentará el interés por seguir su trabajo desde el comienzo del período.
Habrá también ocasión de valorar el comportamiento de los partidos políticos como tales, enfocando la luz de la opinión pública sobre los temas fundamentales más que sobre las menudencias de la política que hoy encandila y mañana desaparece.
Los ciudadanos podrán, por ejemplo, saber cuáles han sido los efectos de la inclusión de los partidos que recibieron curules por acuerdos como el de paz y no ganadas con el esfuerzo de duros años de campañas electorales. Politólogos y en general los ciudadanos, votantes o abstencionistas, podrán meditar con calma si las curules sin votos deben continuar por más años de los previstos inicialmente, si se demuestra que han traído efectos benéficos a la democracia y si contribuyen al prestigio popular del Congreso o, más bien, aumentan su desprestigio o tienen un efecto neutro que disminuye la violencia guerrillera y se silencian las armas o solo cambian de manos.
Un estudio imparcial de los bloques de congresistas que llegaron a las Cámaras como parte de los acuerdos de desmovilización de grupos armados permitiría apreciar los efectos reales de este Congreso de origen mixto y formarnos un juicio objetivo sobre la eficacia de la distribución gratuita de curules como herramienta de paz. Será sumamente útil saber si la reincorporación a la vida normal de la sociedad solo opera si los ciudadanos están dispuestos a habilitar a los insurrectos como legisladores, exigiéndoles únicamente que quiten el dedo del gatillo.