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Colombia vive en una constante montaña rusa desde antes de la elección presidencial, donde las emociones están a flor de piel, suben y bajan a gran velocidad. En un principio un grupo importante de colombianos tenían miedo por el posible triunfo del presidente Petro. Después de las elecciones la mayoría de los atemorizados respiraron profundo y pasaron a darle el beneficio de la duda por el bien del país. Si al presidente le va bien a todos nos va bien. Pasaron del miedo a la expectativa de que va a pasar. Este sosiego no duró mucho, el vagón de la confianza, elemento necesario para equilibrar las emociones, empezó a erosionarse, tomando velocidad nuevamente en una pronunciada pendiente descendiente. En menos de 90 días de gobierno, regresó a todo vapor el temor por el destino económico del país.
Algunos dirán que esto no es todo culpa del presidente Petro, que lo que está es muy de malas y justo en su gobierno se le vinieron todas juntas. Le tocó una severa escasez en la oferta mundial postpandemia y esta es la mayor culpable de la inflación. Cierto. Los Estados Unidos y varios países del mundo han subido las tasas de interés para contrarrestar la inflación. Cierto. Que, gracias a una posible recesión mundial y a la subida de las tasas de interés gringas, el dólar ha sido tomado como moneda refugio causando devaluación en la gran mayoría de monedas del mundo. Cierto. Que esto ha afectado también al peso colombiano. Cierto.
Lo que también es cierto es que lo que está empujando vertiginosamente el carrito de la montaña rusa son los anuncios, mensajes, de los altos funcionarios del gobierno. Unos cuantos ejemplos: Que van a generar control de precios. Que van a generar control de cambios. Que van a comprar tierras con TES. Que no se van a generar más exploración mineroenergética. Al pobre ministro de Hacienda que es el guardián de la confianza de las instituciones económicas de este país, le toca permanentemente salir a desmentir, corregir, aclarar, etc.
Todos estos anuncios lo único que ha logrado es generar es incertidumbre, se siembra la duda de: que tal que los cumplan. El no saber que pueda suceder genera temor. Ese temor ha logrado empujar con mayor velocidad la devaluación que traía el peso llevándolo a cifras históricas. Ha logrado que el costo de los bonos de Colombia a 10 años se suban 200 puntos básicos, llegando a 15,24%. Posiblemente está frenando las inversiones presentes y futuras que hacen los empresarios nacionales y extranjeros. Se puede contraer el empleo.
El vértigo que produce las atracciones mecánicas puede ser fascinante para los clientes de los parques de diversión, pero nefasto para el devenir del país. Se requiere pausa y mesura. No son suficientes los mensajes del ministro Ocampo y así nos lo ha demostrado el mercado. Se requiere armonía y articulación del gobierno nacional. Se requiere que el mismo presidente envié los mensajes que busquen nuevamente recuperar la tranquilidad económica. Incluso iría más allá, el gobierno no solo debería dar mensajes, sino realizar acciones que recuperen la confianza y acabe la zozobra.