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Este primer año como senador me permitió conocer de primera mano la alta polarización política, y el agravio personal. Sorprende pues que muchos de los debates que trascienden en el recinto máximo de la democracia colombiana, no se caracterizan por la profundidad académica y la sana confrontación, ideológica y política.
La dinámica de las redes sociales contribuye poco a elevar el nivel del debate. Todo argumento debe estar resumido en los 280 caracteres de un trino y los videos no deben exceder un minuto. Por tanta inmediatez hemos perdido profundidad de discusión y análisis.
Es por ello que me parece pertinente contarles en qué creo y qué es lo que he defendido en este año desde mi escaño en el Senado.
Desde que estaba en la Andi, he visto la necesidad de ser un puente entre el sector gremial y el público, de una manera más técnica, libre de intereses populistas o de corruptela. Por ello he defendido a la empresa privada y a sus colaboradores de los embates mezquinos de quienes buscan atentar contra ella.
Considero que la familia como la base del orden moral e institucional está en crisis y debemos recuperarla a fin de que brinde esa primera formación en valores y donde puedan crecer y prosperar hombres y mujeres, niños y niñas sin miedo al maltrato físico o psicológico.
Creo en la libertades, no en el libertinaje. Los derechos del libre desarrollo de la personalidad de un individuo llegan hasta donde inician los del otro. Los derechos de los niños y por ende de la familia, son prevalentes. El bien común prima sobre el individual. Los principios, los valores y las sanas costumbres son parte del orden social que debemos procurar.
El Estado debe ser pequeño y austero, y servir de árbitro de la sociedad, en lugar de ser ese monstruo enorme y asistencialista que suprime los deberes particulares de las personas. El Estado es para mi un punto de encuentro de todas las acciones y pensamientos políticos, que sirva de orden y de garante de justicia pero jamás yendo más allá de las libertades individuales.
Ese Estado austero genera desarrollo, no por él mismo, sino gracias a su impulsor principal: la empresa privada, quien a su vez es el caballo que tira del carro, el motor social y económico de un país. Por esa razón se requieren normas que eliminen la excesiva tributación y trámites, elevar los niveles de competitividad y productividad y buscar la forma de generar mecanismos de flexibilización laboral que permitan mejores condiciones laborales e ingresos más altos
El crecimiento social y económico de un país debe ir alineado con un profundo apego a la legalidad. Debe combatirse y rechazarse a los corruptos, narcos, y luchar contra la impunidad. Colombia debe recobrar el orden social, la cultura de la legalidad y el cumplimiento de la ley. Para esto necesitamos no solo mayor presencia de la fuerza pública sino su uso riguroso pero siempre legítimo, así como también de una reforma a la justicia para hacerla más cercana, rápida, técnica y no politizada.
No pretendo que mis ideas sean del agrado de todos, pero son las máximas que me definen y es por ellas que continuaré representando a mis electores, defendiendo firmemente aquello en lo que creo.