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Las recientes manifestaciones sociales en Ecuador y Chile que surgieron de decisiones puntuales de gobierno, han desencadenado protestas multitudinarias. No es la gasolina ni el metro, es el descontento frente a desequilibrios sociales, que ponen en tela de juicio el modelo capitalista imperante.
En Chile han aflorado demandas que han puesto a pensar en la realidad social de toda Latinoamérica, lo cual llama la atención en un país ejemplo de las bondades que trae el capitalismo. Si se revisan las cifras son indiscutibles los avances económicos, sociales e institucionales, pero el descontento ha resaltado un factor en el que el avance ha sido más lento, la desigualdad. Una deuda que compartimos y que si bien se observan mejoras, también es cierto que a menor pobreza la tolerancia con la desigualdad baja, que a mayor acceso a bienes públicos mayor es la exigencia en calidad, que cuanto crece la clase media crecen las aspiraciones de estos y las expectativas de los que están en pobreza.
Aquí entramos en el juego de la percepción, donde problemas en proceso de mejora opacan la realidad de los avances que se han producido. Esto es aprovechado para promover la idea de que es posible satisfacer estas demandas con mayor gasto público y reposando en el estado todas las responsabilidades, sin contar la otra parte; la insostenibilidad del modelo, la mayor burocracia de un estado grande, el despilfarro y corrupción, y el desplazamiento de la inversión privada. Estas manifestaciones han llevado a pensar que las empresas son los malos del paseo y que junto con el gobierno son culpables de todo, olvidando que la inequidad se combate generando oportunidades, y para esto se requiere a la empresa.
Si bien Milton Friedman resaltaba que “el negocio de las empresas es hacer negocios”, recientes autores han introducido elementos que demuestran que hacer negocios no implica que no se pueda contribuir al bienestar de la sociedad y que la responsabilidad no solo sea con sus accionistas, sino también con colaboradores, proveedores, clientes y comunidades. Hay economistas como Raj Sisodia que han impulsado el concepto de “Capitalismo Consciente” que invita a pasar de un modelo netamente económico a un modelo socioeconómico y como lo menciona Jean Tirole en “La Economía del Bien Común” los mismos stakeholders presionan para que las empresas sean más responsables. En el mismo sentido en “El Futuro del Capitalismo” de Paul Collier menciona que el capitalismo es el único modelo que sabemos que es capaz de producir incrementos generales en el bienestar, y que lo hace de manera masiva, pero es susceptible de mejoras.
No podemos desconocer las necesidades, pero la forma más sostenible para que estas se puedan cubrir, es que la economía crezca haciendo uso de todas capacidades productivas y humanas, para generar un desarrollo equitativo y brindar mayor oportunidades. Todo lo anterior es compatible con una economía de mercado, dentro de un modelo que garantice de manera indivisible las libertades civiles, políticas y económicas.
Soy un convencido que estas manifestaciones son solo un llamado a acelerar consolidación de la evolución del capitalismo, uno en el que la empresa privada sea la “Casa Común”, el punto de encuentro donde se generan beneficios comunes para todos.