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Se ha vuelto normal que los debates sobre desarrollo empresarial, se limiten a una confrontación entre derechos de los trabajadores versus los derechos económicos de las empresas, lo que los abogados llaman “colisión de derechos”. Lo cual es tendencioso y peligroso en el estado actual de la economía, en que necesitamos impulsar la generación de empresas.
Es necesario recordar que las empresas son el motor del desarrollo; por los empleos que generan, los impuestos que pagan y el aporte al tejido social de su entorno. Ellas se tienen que enfrentar a barreras regulatorias, excesiva tramitología, carga tributaria, y cambios normativos constantes, se destacan los costos laborales que se han convertido en una barrera para su crecimiento, formalización o existencia.
En medio de la cuarta revolución industrial, las empresas requieren ajustar flexiblemente su fuerza laboral ante shocks de demanda o cambios tecnológicos. Ante incertidumbre, las regulaciones excesivas sobre despido afectan la dinámica empresarial, haciendo que sus decisiones sobre la fuerza de trabajo sea contrarias a lo que todos buscamos, que es la generación de más empleo.
Se han venido generado fueros que hacen inflexible el mercado laboral, generando mayores costos para el aparato productivo, quienes se encuentran con sus manos atadas a la hora de decidir contratar o despedir mujeres embarazadas y personas en situación de discapacidad, o incluso, como se ha venido discutiendo, cónyuges o compañeros permanentes de personas que hayan sido despedidos.
No se trata de poner por encima los derechos de las empresas, sino de equilibralos y entender cuál es el posible impacto en la generación de empleo de calidad y tomar en cuenta los costos que incurren las empresas. Vale la pena aclarar que estos costos de transacción golpean más fuertes a las empresas pequeñas, que tienen menor capacidad de adaptación, para una empresa de 10 trabajadores, tener tres en esta situación representa una baja significativa en su productividad que incluso puede hacerla inviable.
Los fueros sirven para proteger grupos vulnerables en condiciones de debilidad manifiesta, pero debemos tener cuidado de no generar abusos que generen desconfianza e incentivos perversos en el empleo. La rigidez en la estabilidad laboral reforzada se puede traducir en inestabilidad reforzada, en la medida que los empleadores prefieran vincular únicamente a hombres, entre 30-40 años, sin ninguna enfermedad y sin ánimo de casarse o ser padres, para evitar trámites y costos asociados a un trabajador ocioso o incapacitado.
Es necesario generar espacios para que los trabajadores logren desarrollarse, y con mayor razón cuando estos sufran de alguna condición que requiera de una especial protección. No obstante, estos deben estar sujetos al deber de no abusar del derecho que los asiste, ni de la buena voluntad de su empleador.
Uno de los retos más importantes que tiene el país, es la generación de empleo. En vez de hacer cada vez más rígido la normatividad laboral, debemos impulsar reformas inclusivas que faciliten la contratación formal de trabajadores.