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El narcotráfico es un flagelo que ha marcado la historia reciente del país. A mi generación le tocó sufrir esta realidad y todos fuimos víctimas de alguna forma de esta tragedia, que hoy lastimosamente sigue carcomiendo y amenazando la institucionalidad de la nación.
Muchos tenemos recuerdos dolorosos de estas épocas, pero también de orgullo, por lo hombres que de la manera más valiente decidieron atacar de frente el cáncer más grande que ha tenido Colombia. Es una lástima que esos esfuerzos se hayan perdido y hoy vivamos en un país inundado de cultivos ilícitos como herencia de la pasividad durante varios años.
Los impactos negativos de este flagelo son incalculables, y bastaría resaltar las cifras de homicidio que crecen como consecuencia de la presencia criminal del narcotráfico, el 63 % de los homicidios suceden en contextos urbanos en torno al fenómeno del consumo y distribución al menudeo de drogas ilícitas.
Adicionalmente el dinero ilegal que se genera, se usa para financiar todo tipo de actividades criminales que ponen en jaque la institucionalidad colombiana y afectan la economía del país. El contrabando, el dumping y la extorsión están quebrando nuestras empresas y la explotación ilegal de la minería afectando nuestros ecosistemas naturales. Se estima que hoy día esa economía ilegal representa 2% del PIB nacional haciendo que la influencia se permee en varios sectores de la economía.
El narcotráfico no solo nos trae un problema de seguridad nacional, que ya es lo suficientemente complejo como para que todos los colombianos nos pusiéramos de acuerdo para usar toda la fuerza del Estado para combatir este cáncer, sino que se ha convertido en un grave problema de salud pública. El aumento de la oferta interna de drogas ha llevado a los delincuentes a captar nuevos clientes, estimulando el consumo en las puertas de colegios, en las universidades y en los parques. Lo cierto es que estos criminales no tienen escrúpulos y han logrado que el consumo de drogas en aumente año tras año y que cada vez se inicie a menor edad.
Sin embargo, pese al grave sufrimiento que aún sigue generando el narcotráfico en nuestro país, las miles de víctimas, las familias destruidas, el impacto negativo en la economía y la corrupción en las instituciones, todo esto no parece haber sido suficiente para concitar un gran acuerdo nacional para enfrentar y erradicar definitivamente este flagelo.
Hoy, en varios espacios de toma de decisiones estamos perdiendo el pulso frente a quienes prefieren la permisividad sin importar las fatales consecuencias que están trayendo al país y los que buscamos concentrar todos los esfuerzos para contener las graves amenazas que implica la expansión del narcotráfico en nuestra sociedad.
Es aquí cuando la ciudadanía, que ante esta situación, debe exigirle a sus líderes, que promuevan un gran acuerdo nacional que fije como prioridad de interés nacional la lucha frontal contra el narcotráfico.