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La salud fue un enfermo terminal que en 1990 logró encontrar un tratamiento de largo plazo, que le proporcionó la posibilidad de ir recuperándose lentamente. En esa época, para los que no se acuerdan, el sistema de salud era administrado por el Seguro Social, el cual quebró, de manera estruendosa. Apenas 29% de los colombianos tenían acceso a la salud, el resto debían meterse la mano al dril para poder ser atendidos. Como se podrán imaginar, la gran mayoría no tenía cómo, por lo cual estaba prohibido enfermarse.
Si hoy el sistema de salud funciona relativamente bien y logró hacerle el quite a la pelona, no está curado del todo y tiene oportunidades de mejora. Así lo reconocen la Organización Mundial de la Salud y la Ocde, entre otros, pues le presta servicios a 99% de los colombianos, asume las enfermedades de alto costo, suministra los medicamentos. Claro, debe someterse a algunos tratamientos para ir aliviándose y pensar algún día en ser dado de alta, como, por ejemplo: trabajar en promoción y prevención; llegar a las ciudades intermedias, pequeñas y a la ruralidad; mejorar la velocidad de atención; tener mayor consideración con los profesionales de la salud…
Creo que nadie en Colombia pone en entredicho que se debe mejorar el sistema de salud, pero lo que no creo es que los pacientes quieran que se le haga un cambio extremo que la ponga en peligro. El gobierno había dicho que no iba a acabar el sistema, ni a las EPS, y que iba a construir sobre lo construido. Lo cierto es que presentaron la reforma el pasado lunes y se parece mucho a los borradores que se iban filtrando a la opinión pública. Al final, no ajustaron la reforma, como le informaron recientemente a la opinión pública que lo iban a hacer, y no escucharon tanto como anuncian hacerlo. Miremos:
Si bien dicen que no acabaron con las EPS, así no lo expresa un artículo del proyecto de ley, si les quita la mayoría de sus funciones esenciales. Estas entidades no podrán direccionar ni articular la red que presta los servicios, no podrán afiliar pacientes, las concentra solo en las grandes ciudades y no manejarán los recursos. Es cierto, no las acaba, pero sí las deja sin oficio.
La Nueva EPS, que es una especie de nuevo Seguro Social, se vuelve la colosal entidad que va a gestionar -por lo menos en el tiempo de transición que establece este proyecto de reforma- donde hoy existen riesgos financieros. Actualmente tiene 5 millones de pacientes y va a pasar a tener 11,5 millones, que son los pacientes que estarían afiliados a las EPS con riesgo medio y alto de liquidación. En los territorios donde no hay EPS, será la Nueva EPS la encargada. ¿Será que puede? ¿O más bien estamos regresando en el tiempo a los años maravillosos del Instituto Colombiano de Seguros Sociales?
El gobierno nacional deja en el proyecto de ley facultades amplias para reglamentar la reforma, como ya lo hemos visto con preocupación en el Plan Nacional de Desarrollo.
En fin, parece que se quiere regresar al fallido modelo de planificación estatal de la salud; de ser así, queda la amenaza de repetir la historia que ya parecía superada. Esperemos a que se pueda discutir y no volvamos a tener a la salud en estado terminal.