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Vengo promoviendo desde hace un tiempo lo que llamo el “Pacto contra el Narcotráfico”, como una estrategia para unir esfuerzos frente a las amenazas que implica este flagelo en nuestra sociedad. Esta lucha debe ser integral para atacar todas las manifestaciones del problema, pero también deber ser innovadora y no quedarse en las prácticas tradicionales que no han funcionado.
En la meta de erradicar los cultivos de coca, es prudente contemplar cómo darle un mayor impulso a la sustitución de cultivos ilícitos para que la reducción sea sostenible y no se genere resiembra. En este sentido, debemos promover cultivos legales, de fácil siembra, con mercado atractivo y con alto retorno de inversión.
Es aquí cuando surge como oportunidad la explotación de la planta del cannabis no psicoactivo y con fines medicinales, la cual para claridad de muchos, no se considera estupefaciente si contiene menos de 1% de THC según reglamentación colombiana. Esta planta tiene múltiples beneficios en el tratamiento de diferentes patologías (solamente Latinoamérica se estiman 64 millones de pacientes y en Colombia 4,5 millones). Por esto, muchos países han avanzado en su legalización para fines medicinales y se estima un mercado global de US$11.000 millones, que para el 2025 podría llegar a US$54.000 millones. Este mercado podría representar para el país una oportunidad única para potencializar nuestra canasta exportadora, generar más impuestos, y crear empleo formal en el campo.
El retorno financiero de este cultivo se estima en $4 millones mensuales por siembra de 100 m2 en invernadero, lo que está muy por encima de muchos cultivos. Esta rentabilidad lo convierte en una oportunidad real para incluirse dentro de los programas de sustitución de cultivos ilícitos y también haría sostenible programas como el de restitución de tierras, dado que el retorno de la inversión haría más factible los proyectos y permitirá ampliar la cobertura a muchas más familias campesinas.
En el país hay empresas que han incursionado en estos negocios, tanto nacionales como extranjeras, pero hay varias solicitudes de licencias para producción de cannabis medicinal represadas, lo que indica que a mediano plazo este puede ser un sector importante de la economía. Para que se dé esto, debemos consolidar un marco regulatorio que facilite y promueve este sector, con un sistema ágil y transparente de otorgamiento de licencias de producción, fortalecimiento técnico de las entidades responsables, mejoras en controles y permisos de comercio exterior, apoyo en admisibilidad sanitaria, y una adecuada inspección, control y vigilancia de las empresas.
Sin duda, este cultivo tiene mucho potencial como negocio y es una alternativa real para la sustitución de cultivos. Sería un error histórico permitir que el negocio quede en manos de pocos por ineficiencia estatal y no avancemos a la velocidad que se mueve el mercado. La lucha contra las drogas implica buscar opciones innovadoras, en donde alternativas como el cannabis para uso medicinal pueden generar una disrupción, que debe ser explorada dentro del marco de la legalidad y del desarrollo productivo.