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Corabastos ha sido por muchos años una plataforma para la economía campesina, donde confluyen diariamente 14.000 toneladas de alimentos provenientes de diferentes zonas del país, en su mayoría que han sido cultivados por pequeños campesinos en microfundios y minifundios. Sin embargo, después de 47 años de historia, el centro de abastos más importante del país está pasando por un difícil momento donde los problemas desbordan la capacidad de la administración y no se ha trazado una ruta clara para llegar al objetivo: un desarrollo integral, que permita la transformación de Corabastos hacia la modernidad, con los más altos estándares de eficiencia, transparencia y calidad, en cada una de sus transacciones.
Cada mañana en los 440.000 metros cuadrados que tiene la plaza, abren la puerta 6.500 establecimientos comerciales que buscan surtir con sus alimentos plazas de mercados, tiendas de barrio, restaurantes y hogares a lo largo y ancho del país.
Adicionalmente se estima la presencia de un aproximado de 14.000 vendedores informales, que sumados a compradores, transportadores y demás visitantes alcanzan una población flotante de 150.000 personas, un microcosmos que genera $20.000 millones diarios.
Lastimosamente el crecimiento de la central ha sido desordenado y sin planeación; los comerciantes cuentan que hace aproximadamente 30 años inició la llegada de informales, que con el paso de los años y el crecimiento de Bogotá aumento exponencialmente.
Este fenómeno ha generado que la movilidad sea caótica, que exista un mercado paralelo que afecta las ventas de los comerciantes hasta en 50%, y que criminales sin escrúpulos aprovechen el caos para hacer sus fechorías: atracos, extorsiones y la presencia de un mercado negro lleno de ilegalidad.
A esto debe sumársele que no se sabe con certeza quiénes o cuántos son los accionistas de Corabastos, ya que se estima que se han expedido más de 100.000 acciones sin trazabilidad, un problema que ya está siendo tratado por las instituciones que hacen parte de la junta directiva: MinAgricultura, Gobernación de Cundinamarca, Alcaldía de Bogotá y la representación de los comerciantes, mediante un estudio que esperamos se lleve a cabo con toda la seriedad posible y se dé con la causa del origen irregular de estas acciones.
A todas luces las cifras aquí presentadas develan la importancia económica y social de Corabastos no sólo para Bogotá y sus alrededores, sino para los productores nacionales que ven en el centro de acopio su mayor aliado para la distribución de sus cultivos.
Por eso mi objetivo es hacer un llamado a unir fuerzas y trabajar como un equipo donde la institucionalidad representada por el distrito, la gobernación y el ministerio logren entablar una hoja de ruta seria y consensuada con los comerciantes para la toma de decisiones en la junta directiva, donde el diálogo fluya y se lleguen a acuerdos fundamentales que permitan una operación donde el conocimiento técnico prime sobre el político, con una política pública interinstitucional que nos permita soñar con un Corabastos moderno, que sea un bastión para la seguridad alimentaria del país.