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Analistas 24/02/2023

Democracia atemorizada

Germán Bolívar-Blanco
Analista y consultor

Han pasado 32 años desde que Noam Chomsky, politólogo y profesor emérito del MIT, escribió “El Miedo a la Democracia”, referido como el temor por el triunfo de los regímenes de izquierda que llevó a serías equivocaciones de Estados Unidos por atajarlos en actuaciones con el complejo militar-industrial, en la guerra del golfo y la lucha contra carteles de la droga, miedos que frente a la llegada y permanencia abusiva de gobiernos socialistas en Latinoamérica con halo y estilo autocrático, tomaron otra perspectiva y matiz.

Bien lo dice Chomsky en su libro, “una sociedad es democrática en la medida que sus ciudadanos desempeñan un papel significativo en la gestión de los asuntos públicos. Sí su pensamiento es controlado o sus opciones son estrechamente restringidas, no están, evidentemente, desempeñando un papel significativo: sólo los controladores y aquellos a quienes sirven lo hacen. El resto son acciones sin significado, falsas y formales”. De ahí el temor de quienes vemos la democracia de América Latina amenazada.

En Colombia estamos atemorizados y constreñidos, sí demócratas de este país y del mundo entero sentimos temor y aprensión por declaraciones del presidente el 14 de febrero al presentar la reforma a la salud en la plazoleta de la Casa de Nariño, con llamados vehementes al pueblo a “levantarse y no arrodillarse” de no prosperar en el legislativo, no le va a servir el Congreso de la República, ¿o pretende con movilización dizque social, disolverlo y lanzarnos al vacío plebiscitario, porque ideologías revolucionarias anarquistas sin fundamentos sólidos ni consensos, valen y pesan más que las instituciones?

Lo anterior más desaciertos del plan de desarrollo en trámite que le darían riesgosas y tiránicas facultades extraordinarias, más las que ejecuta en contravía del Estado Legítimo, es a todas luces alarmante y preocupante. Nada más agobiante para un pueblo que el abuso del poder, la costumbre de este gobierno, que cree tener capacidad omnímoda para manejar el Estado, con afrentas a los poderes legislativo y judicial, de la mano con socavar principios éticos de sana convivencia para el armónico y equitativo desarrollo económico y social.

La nación está nerviosa, una situación difícil de soportar y sostener que el gobierno con recursos públicos fomente el descontento y movilizaciones que instrumentalizan masas confundidas, con pretextos populistas como “el pueblo tiene la última palabra”, utilizada con retórica por un mesías demagogo que se siente dueño de la nación tras el sofisma, “aquí estamos listos hasta donde ustedes digan, hasta donde ustedes quieran” y así llevarnos a perpetuar la desdicha chavista de casi 25 años.

Este conjunto de hechos implica asumir posiciones de alerta y prepararnos a enfrentar posibles catástrofes sociales, derivadas de un mandato ambiguo y totalitarista frente al respeto institucional y el fomento de la ciudadanía virtuosa comprometida con deberes y responsabilidades cívicas, al ver como éstos pilares están cada vez más amenazados en procura de satisfacer y enaltecer ideologías polarizantes, atadas a narrativas resentidas y retrogradas.

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