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La variable más importante en economía es el ingreso en tanto define inversión y gasto conforme estándares, sobre el cual está claro que las exportaciones son vitales por su comprobada incidencia en las más prosperas y sólidas, de ahí la debida dimensión y tratamiento de los elementos involucrados en su política pública, en constante evolución, ha de tener visión y acción reformista amplia y profunda, dada su trascendental implicación.
Al respecto una falla en la que recaemos por reduccionismo o sesgo es la autocomplacencia con pares, en especial los que sirven de sofisma de distracción para permanecer en statu quo o zonas de confort que escasamente responden a los grupos de interés y presión que tradicionalmente cooptan y capturan el limitado recurso público, en una suerte de circuito perverso que nada contribuye a resolver problemas y atrasos acumulados.
Así la cortina de humo para superar la dependencia derivada de la exportación extractiva y la cada vez menos importante contribución cafetera, es creer que, por nuestro enorme potencial agrícola, somos potencia exportadora, sin embargo, la marginal vocación y capacidad junto al bajo impacto sustancial de esta actividad en el mediano y largo plazo, demostró que éste nunca será el paradigma para emular, pese a los mentados logros de Chile y Perú. Conviene entonces un análisis global focalizado en casos mundiales relevantes, que agrupo en tres tipos, uno de pares naturales y dos más de pares a seguir, compuestos por países de Europa y Asía del Este, la mayoría con vocación agrícola y diverso sistema político, pero con dinámico desempeño exportador impulsado en la manufactura de productos con alto valor agregado.
Al revisar el resultado de Colombia de cara a sus pares según datos del Banco Mundial, encontramos frente a Chile que de 1.960 a 1.980 tuvo en promedio exportaciones iguales, llegando a superarnos al doble en 2004 y mantenido a la baja a 1,5 veces durante el último lustro. Colombia comparada con México en los años 60 nos doblaba, hasta llegar a ser superiores 8 veces en 2019. Respecto de Perú desde 1960 hasta 1985 sus exportaciones eran 1,5 veces las nuestras, sin embargo, bajaron a la mitad a inicios de los 90, para después crecer y ser el último lustro el 90% las de acá. Así, a diferencia de la narrativa, el mejor resultado como par natural es el mexicano.
Frente a pares europeos mucha lección desde las Repúblicas Checa y Eslovaca, junto a Polonia, países con crecimiento exportador sustancial desde el siglo pasado y ganancias dinámicas frente a las nuestras. Lo propio sucede con Malasia en los años 60 con 1,5 veces nuestras exportaciones y en este siglo 4,5 veces. Así mismo Tailandia que en 1.960 tenía la mitad de las nuestras, en 1.970 eran iguales, llegando a ser cinco veces superiores en 2018. Igual sucede con Vietnam, caso emblemático por excelencia, en tanto sus exportaciones en 1990 eran 20% las nuestras, en 2.000 eran las mismas, llegando a ser cuatro veces en 2019; auténtico caso a emular, además por su crecimiento del PIB, en los últimos 9 años superior a 6,4% y en 2019 el 7%, uno de los mejores en el mundo.
De ahí un precandidato para el 2022 de mi afecto habla de “exportar o morir”, sobre todo por la “inadmisible” fragilidad de nuestro entramado exportador y la amenaza y riesgo sistémico que este representa en la sostenibilidad financiera, siendo la respuesta asertiva, “aprender a desaprender”, sobre todo desprendernos de sofismas dañinos y tomar rumbos adecuados ante el nearshoring y el fomento a la IED greenfield y las Cadenas Globales de Valor.