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El diseño, ejecución y evaluación de las políticas públicas, ha estado y estará por siempre contaminada con los sesgos, prejuicios y contradicciones del régimen dominante, sea de izquierda o derecha, en especial cuando van a los extremos, lo cual ha sido la constante en nuestra geografía e idiosincrasia latinoamericana; de ahí estamos como estamos, sin despegarnos del subdesarrollo ni la inequidad, ni menos del clientelismo corrupto que nos mantiene en estos, aletargados.
La ciencia política tiene que ver con el análisis de las relaciones de los actores y grupos de interés públicos y privados, con poder en el sistema político, sean explícitas o implícitas, junto a sus estructuras, interacciones y procesos en la toma de decisiones que afectan una sociedad. Así ante la realidad que inunda la región de México a la Argentina, con casi cinco décadas perdidas para cerrar con crecimiento equitativo y sustentable las brechas en aumento, es necesario reconocer lo dañina que han resultado las posiciones equivocadas en ambas orillas, así como cambiar las características y perversas relaciones de poder, para auténticamente lograr los anhelados Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Esto hizo catarsis en Colombia que parece querer trasegar el sendero de Cuba, Venezuela y Nicaragua, junto a los moderados y cada vez menos poderosos Brasil, México, Argentina y Chile que, montados en la ola de izquierda, mal llamada progresista porque de progreso muy poco; que eso sí tiene nuestro país sumido en la total incertidumbre y frente a la mayor amenaza en su historia republicana, por un régimen obtuso al que no le bastó el baño de realidad de las elecciones recientes. Tampoco creo que las posiciones de extrema derecha de Milei en Argentina vayan a ser la solución para ese deprimido país.
Al respecto bien vale considerar lo dicho hace 150 años por Nietzsche en “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” (1873), acerca de la tendencia que tenemos de ocultar lo singular bajo lo abstracto y universal, junto a nuestra débil inclinación a estar ofuscados y desorientados en la naturaleza, de por sí cambiante e irregular, por eso tal vez buscamos entender todo de forma estructurada y tendemos a casarnos con dogmas obtusos, tal como ahora pasa.
De la misma manera resulta muy provechoso tener presente a Martin Luther King hace 60 años en “La fuerza de amar” (1963), quien exaltaba el camino para llegar a una sociedad genuinamente humana y fraternal con frases como “el que es incapaz de perdonar es incapaz de amar”, pero también “el odio nunca puede terminar el odio; únicamente el amor puede hacerlo”, sobre todo, en pleno ejercicio del poder de quienes aprovechan para dividir y polarizar detrás de consignas demagógicas, que mantienen cautivas sus confundidas clientelas.
Por eso el país entero, con sus mayorías expresadas en las elecciones de los municipios y departamentos con más personas, así como los habitantes de la Colombia profunda, clamamos porque se rompan las cadenas de los sesgos, prejuicios y contradicciones, para conformar un proyecto concertado y ejecutado con las fuerzas vivas de la nación, pero no más a espaldas y en contra de estas.