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Por acierto y confusión, las vidas eternas de Shakespeare y Cervantes coinciden el 23/04; Naciones Unidas celebra la lengua inglesa, y nosotros la castellana. Sacralizados los libros de Excel, pregunto si en esta nueva revolución tecnológica honraremos los lenguajes de programación, como C++, cuyo legado me permitió conocer las historias de Paula y Ada Love-Lace.
Herramienta evolutiva, el lenguaje forma nuestra realidad interpretando (artística), formalizando (lógica) y coordinando (comando-control). Sus paradojas reflejan aquello que no hemos descifrado, y las distorsiones que inventamos: p.ej., aunque la RAE lo dicte, invertir no restablece el sentido de la economía (redistribuir corregiría su orden).
Sus innovaciones presuponen nuevos problemas, y reeditan antiguos: considere las sombras del mito de la caverna, reflejadas en su smartphone, y la ‘confusa’ torre de babel (mess-aging). De hecho, la Economía del Lenguaje (de programación) originó aquella profecía millennial que anunciaba un apocalipsis digital (Y2K), porque el Sistema Operativo de Microsoft, DOS, viajaría al pasado reiniciándose en el año que salió a la luz (1981); su Torre Gemela, Apple, caducaría después.
Se trataba de una Paradoja de la Frugalidad -usando Lenguaje Económico-. Por eso, ahora que derrochamos bits, clonamos spam y tele-transportamos datos, no quiero Volver al Futuro sin ofrecer tributo a Pascalina (1642) y ENIAC (Turing y Von Neumann, 1946), ancestros de la computación cuántica, que emulará la hipotética Caja Negra de Schrödinger.
Otrora experimento mental, ahora social, ese determinismo tecnológico influye nuestras difusas leyes socio-económicas, que capitalizan la Relatividad y el Principio de Incertidumbre. De hecho, conectando puntos en nuestra historia, la eterna y ecuménica literatura renacentista proyectaba estados cuánticos (Ser ‘o’ No-Ser), sobre los que la lógica booleana posteriormente validó su conjunción, asimilando nuestra permanente dualidad o superposición (Quijote-Sancho).
Surreal, Python procesa lenguajes De Máquinas y Seres Vivos, tal como lo hacen sus homónimos humoristas (Monty), pues la tecnología no solo automatizó rutinas de cómputo, sino también actividades cognitivas no estructuradas, que potenciaron (y superaron) nuestras capacidades (y limitaciones). Pese a los progresos ilustrados, nuestro presente seguirá siendo un boceto (Sketch for a Historical Picture of the Progress of the Human Mind, Condorcet), mientras luchemos contra ‘molinos de viento’, entendiendo IA como Ingeniar Artificios.
Corolario de Incompletitud (Gödel), la Inteligencia Artificial General no sustituirá -ni es parche de- la Teoría General de Sistemas (“una ciencia que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo”, Quijote); esa Singularidad Tecnológica sería tan absorbente como la Gravitacional (agujeros negros), y oscura cualquier dogma medieval.
Mientras en Alemania celebran el Día de su C-erveza, y en la península indochina hablan C-habacano, los invito a leer Shakespeare, la Invención de lo Humano (Bloom), El Quijote, Un Nuevo Sentido de la Aventura (Zuleta), o, por entrelazamiento cuántico, el Libro de Arena (Borges).