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La exposición de motivos para premiar a la tercera Nobel de Economía tampoco fue la vencida contra la vigente regresividad estructural. Aquí, los principios, las creencias y las instituciones permanecen desvirtuados, pues el Ministerio de CT+I, el de Igualdad y Equidad o el Departamento para la Prosperidad, son dirigidos por nepotistas o incompetentes que defraudan.
Según Naciones Unidas, “al ritmo actual, se necesitarán 257 años para cerrar la brecha de género a nivel mundial” (18/9/2022); pero la crisis es peor porque las metodologías de medición y análisis eternizan las sistemáticas injusticias de la ortodoxia, donde la elección de carrera diferencia nuestros destinos.
Deberíamos ser libres para descubrir nuestra vocación, y desarrollar nuestro potencial para realizarla, teniendo garantizada una vida digna, en condiciones relativamente similares a las de nuestros semejantes. Empero, la precariedad del mercado obliga o tienta a especular, hasta convertirnos en carteristas usando traje-uniforme.
Las diferencias entre compensaciones deberían ser mínimas. El esfuerzo se guiaría por la motivación intrínseca, y el desempeño se gratificaría con el reconocimiento social. Salario emocional, quien deseara descansar de los cargos de supervisión tampoco tendría que aferrarse a los incentivos, ni subordinarse ante las inercias del estatus o la inmoral ley.
Poco aporta que Shakira gane más que su «equivalente» masculino, si elude impuestos y concentra riquezas que anulan lo que paga a sus niñeras, menosprecian la contribución de las profesoras que atienden poblaciones vulnerables, o desvalorizan lo que ganan las investigadoras dedicadas a curar enfermedades insufribles.
Noble sería compartir el Nobel con otras economistas que expandieran nuestra visión, desde cualquier ismo raso o extremista, para restaurar a la familiar como unidad de cohesión social, y gestar la plenitud del bienestar con equidad, como propósitos superiores.
Recomiendo consultar a Nancy Folbre: una economista que contempla el renacimiento del Estado de Bienestar, evolucionado en torno al Trabajo del Cuidado, pues implica conectar con otras personas, e intentar ayudarlas a satisfacer sus necesidades (The Invisible Heart: Economics and Family Values, 2002).
Para reconciliarnos con Adam Smith, devalúa al egoísmo y la competencia salvaje; humilde, inclusive, reconoce que la valoración del cuidado es tan sensible como la medición cuántica, debido a su naturaleza dual, altruista o transaccional, y la incertidumbre de su impacto, que debería comprometer cierta reciprocidad cuando se observa.
Para “vivir sabroso”, instituyamos Ministerios de Bienestar-Felicidad, Cultura Ciudadana y Economía Conductual. Además, Petro haría la diferencia si retribuyera a las Amas de Casa, tradicionalmente no remuneradas, en lugar de “pagar por no matar”; a diferencia de los tecnócratas, casi nunca sacan excusas, y, aunque no tengan suficientes recursos, son capaces de hacer milagros.
Ocasionalmente somos racionales, y esencialmente somos afectuosos; redistribuyamos el costo de oportunidad corresponsabilizándonos por el cuidado colectivo.