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Naciones Unidades instituyó, desde 2013, el 20/03 como Día Internacional de la Felicidad. Desenfocados por la rutina, descontamos recursos esenciales que solo valoramos al perderlos; verbigracia, apenas celebraremos el II Día Internacional de la Luz, creada desde la Génesis.
Con artesanía geométrica, durante el siglo 14, Dante estimuló la reconciliación católica y científica, impulsando el renacimiento de inicio (“En medio del camino de la vida, errante me encontré por selva oscura”) a fin (“un fulgor que su anhelo condensaba: ya mi alta fantasía fue impotente […] el amor que al sol mueve y las estrellas”, 3/33, 87 últimos versos).
Nuestra biografía, según Shakespeare (La Tempestad), está hecha de la misma sustancia que los ‘sueños’, y Goethe publicó en el Siglo XIX, tras Teoría de los Colores, la Parte 2 de Fausto, donde ilustra una metáfora sobre la apariencia visible del alma (Sonatas, Rachmaninoff), como el arco-iris que emana de una cascada (1/1, versos 4679-4727: “a paradise reveals itself […] It gives a fresh clarity, a newer glow […] We wished to set the torch of life ablaze […] Let the sun shine on, behind me, then! […] There the efforts of mankind they mirror. Reflect on it, you’ll understand precisely: We live our life amongst refracted colour”).
Soy de la generación que leyó estos libros en papel, material que absorbe luz; hoy, las pantallas emiten una brillante ‘luz azul’ (palíndromo), que estimula sin descanso nuestras neuronas, pues el abaratamiento de la electricidad nocturna (y los dispositivos) desconectó el circuito equinoccial, y su vital app ‘sueño’. De hecho, el consumo de batería presionó el regreso de la moda ‘oscura’ (dark-mode), que conocimos quienes usamos pantallas monocromáticas.
Dios creó las lámparas celestiales el Día 3; millones de centurias después, el homo erectus usó el fuego como luminaria, y, décadas posteriores a Goethe, gracias al ‘arco-voltaico’, apareció la primera bombilla comercial (Edison); desde entonces, la luz artificial evolucionó desde la ineficiente y contaminante incandescencia (el calor desaprovecha 95% de energía) hasta la luminiscencia, excitando electrones o fotones.
Ahora podemos acondicionar espacios de manera flexible -habitacional, recreativa y productiva-, usando lámparas LED, sin necesidad de jugar con reguladores (dimmer) y pinturas, pues un interruptor permite ajustar la temperatura de color, en un rango de calidez (relajante) o frialdad (potente/activa).
La luz viaja a máxima velocidad, sin descanso. Con la proclamación de su día, la Unesco recuerda su importancia en la fotosíntesis -que oxigena y alegra-, y otras aplicaciones. Me gustaría mencionar a Paula Catalina Acuña, cuya contribución y testimonio allanan el camino hacia el descubrimiento de su belleza y vitalidad; gracias por ser esa llama, que impulsa su caracterización, modelamiento y optimización remota, inspirando este homenaje que puede contener erratas.
Recomiendo el capítulo “Faust, Capitalism, and Technology”, del libro Goethe`s Modernisms (2010).