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Analistas 03/10/2024

La reparación del BanRep

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Estado fallido, el Congreso evadió la intervención del Presupuesto, y el peor presidente de la historia moderna, antes de Petro, portando como apellido un título nobiliario que traduce “general”, convocó una “alianza” para combatir en las elecciones. Colombia urge un «Grito de interdependencia», empezando con la emisión de recursos para su reparación integral.

Oportunistas, los desequilibrios y choques de trenes persisten a pesar de 1810, el Frente Nacional y la Constituyente de 1991. Nuestra República siempre estuvo sometida al caudillismo, la colusión o la codependencia, y por eso ilusiona una emergente coincidencia entre libertarios y progresistas, sobre la dictadura de la Banca Central.

La semana del pasado 20 de julio, McCloskey pontificó sobre su eliminación; Trump declaró que la Fed no agregaba valor ni sinergia estatal, y Petro acusó al BanRep de no liquidar la tasa «del» cambio, abusando de la ausencia de contrapesos para su desnaturalizada independencia.

Tras patrocinar los escandalosos márgenes de utilidad del sector financiero, durante la pandemia demostró sevicia contra los colombianos corrientes, inflando intereses y negando apalancamiento en condiciones de salvamento-fomento, a las empresas que generan empleo.

Ahora, su irracional gerente desestima la liberación de un cupo para la reparación, aunque nuestro Estado, en default social y ambiental, siempre estuvo sobregirado y defraudó sus obligaciones ante el pueblo. Para Él, “es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo” (Fisher, 2009); urge despedir a esos ortodoxos que carecen de humanismo, e imponen restricciones que reforzaron la disfuncionalidad nacional.

Aunque ostenta rango constitucional, esa entidad carece de sabiduría e ignora la innovación centrada en el ciudadano y la economía real. Además, mientras siga operando cual rueda suelta, abogando por al autoritarismo neoliberal y las incontables ficciones fiduciarias, jamás conciliaremos las necesidades sistémicas de nuestra República, porque, sumándose a la descarada corrupción y las antitécnicas reformas tributarias, las necias decisiones de política monetaria afectan al erario, entorpecen la justicia redistributiva, nutren la guerra del subempleo y refuerzan la trampa del crecimiento mediocre.

Para pacificar la economía, la Paloma debe tomar posesión del BanRep, reemplazando a quienes trastornaron nuestra libertad y soberanía, el halcón de rapiña y el buitre carroñero, cuyas lógicas medievales nos encadenaron al anatema, y reanimaban a los jinetes de la policrisis -tributaria, monetaria, arancelaria y salarial-, que ninguna comisión de expertos supo exorcizar.

Viciada, la Corte debería cesar su complicidad en el sabotaje a la corrección socioeconómica. En lugar de rebuscar excusas aparentemente supraconstitucionales, como la Regla Fiscal y el antidemocrático oscurantismo, demande abolir la esclavitud que producen la reserva tributaria y la usura legalizada, pues avalan la concentración y el solapamiento del poder económico, al tiempo que penalizan el ahorro, desincentivan la inversión o promueven la especulación.

En el limbo, para colmo de males, Egmont exige que las unidades de inteligencia financiera sean independientes: garantía de secretismo para inmunizar los Paraísos de EE.UU., Irlanda o Suiza.

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