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Decía Borges que el fútbol era tan popular como la idiotez; ahora es tan lucrativo como X o TikTok. El problema “es la estupidez, economista”.
Disparatado, Petro trata como Reyes a los funcionarios con peor recaudo, como Mr. Taxes. Fuera de lugar, ese politécnico confundió «tecnogracia» con espectáculo; no divulgó los microdatos anonimizados (Lo que la Dian no quiere que sepamos, https://t.ly/x-r3E), ni diseñó reformas progresistas, imponiendo tasas efectivas desde 70%, como las que modelaron el Estado de Bienestar Sueco o sustentaron el Sueño Americano.
Influyentes, los famosos distraen de lo importante a sus seguidores; ocultan conflictos de intereses, recrean trucos o farsas, transan publicidad engañosa y hacen tendencia la «estupidez», la «narcocultura» o el «neolibertinaje». Sobrevalorados, explotando «la vida fácil», en 2023 Barbie lideró la taquilla; un presentador de CNN ganó $20M, Jenner $40M modelando, Sandler $73M actuando, MrBeast $82M pendejeando y Swift $2B cantando.
Tan desproporcionadas cifras por sus anodinas contribuciones a la humanidad son inmorales, porque Talento hace referencia a una moneda de cuenta, pero se viralizó la especulación y las profesiones peor remuneradas son aquellas con mejor impacto social -y viceversa-.
Mercado fallido, los nepotistas, los arbitrarios criterios y los cánones arribistas desvirtuaron al éxito. Por eso, desmitificando la sofista meritocracia moderna, el Ig Nobel de Economía 2022 demostró matemáticamente la conveniencia de premiar al azar, sin replicar sesgos prexistentes que no necesariamente reconocen a los mejores, ni exclusivamente castigan a los peores.
La competencia se degradó tanto que hasta los Olímpicos son patrocinados por el tráfico de influencias, apuestas y sustancias que trastornan. Además, sus deidades exhiben poderes discontinuos o infectivos; verbigracia, Messi apenas dirigió al arco 47,2% de sus remates, y sólo capitalizó 9% de sus tiros libres (messivsronaldo.app).
Igual, cargando menos suerte que una moneda -aunque acumule más fracasos que triunfos, o demuestre desidia- tiene garantizados tratamiento VIP y paracaídas dorados; entonces, ¿por qué no recibe únicamente salario emocional, y redistribuimos la riqueza excedente con el resto del equipo, sus seguidores y los genuinos -pero invisibilizados- héroes sociales?; ¿por qué regalamos autogoles, exenciones a la corrupta Fifa y paraísos a los millonarios que defraudan al fisco?
Ilusión del empeño, tras anunciar que descubrió 10.000 alternativas disfuncionales, quien domesticó la luz concluyó que genialidad era “1% inspiración y 99% transpiración”; pero con esas estadísticas de desempeño, aunque hagan esfuerzos inhumanos, los mortales son expulsados del trabajo, ¿verdad?
Perdedores, la mayoría recibe a lo sumo 1 mínimo, mientras el CEO mejor pagado ganó $254M. Falta «fair play» socioeconómico, alineando valores y declarando empate en los ingresos, pues muchos talentos son cuestionables, sus resultados manipulados o fortuitos, y sus aportes paupérrimos. El Crepúsculo de los ídolos advertía el predominio de esas áureas mediocridades (Nietzsche, 1889), y La Tiranía del Mérito (Sandel, 2020) afianzó su injusticia social.