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De acuerdo con un meme que fue tendencia estas semanas, “desde que Petro ganó, no trabajamos los lunes”. Serendipia, en nuestra caótica rutina la jornada divina (6 días productivos + 1 de asueto), es anacrónica; la pandemia demostró que abundan los oficios «no esenciales», y, según la Ocde, Colombia tiene el segundo peor índice de Work & Life Balance.
Los festivos carecen de significado. Acaso representan descanso adicional para los oficinistas, pues los operarios aprovechan para incrementar artificialmente sus ingresos; en contrapartida, ellos pueden desconectarse del trabajo al terminar turno, mientras que los primeros deben extender sus jornadas desde casa. Así mismo, cuando las vacaciones no son colectivas, se interrumpen o fragmentan por necesidades del servicio; pocos disfrutan esos periodos, y muchos prefieren liquidarlas en dinero.
La disfuncional modernidad desvirtuó la estructura que demandaba Owen, y tenía sentido progresista en 1810: 8 horas trabajando + 8 durmiendo. Consabidas las crisis laborales -subempleo, precariedad salarial, burnout o disonancia vocacional-, propongo algunas innovaciones que objetarán quienes permanecen anclados a sus incómodas o improductivas zona de confort.
Habilitemos nuevas contrataciones prohibiendo las horas extras, eliminando los recargos y convirtiendo las vacaciones en licencias no remuneradas. Reduzcamos la semana laboral a 28 horas, y la pausa para almuerzo a 30 minutos, como tantos países Ocde.
Colombia totaliza 33 días vacacionales y festivos. Estandarizar la Semana de 4 Días requiere actualizar la Ley Emiliani, que institucionalizó los puentes hace 40 años; redistribuir los feriados, y adicionar 19 que pueden compensarse limitando el incremento salarial a la inflación, entre quienes ganan más que la base gravable de renta, y otorgando a los demás un diferencial para mejorar la equidad.
Estas medidas permitirían ahorrar energía y trancones; también estimular el consumo y el turismo local. En el ámbito organizacional, el compromiso es la productividad; y, a nivel personal, además de incrementar la renta laboral por hora, redituaría en beneficios conocidos como salario emocional (4DayWeek.com).
Con tiempo libre de calidad, el Estado podría desarrollar iniciativas provechosas, orientadas a estimular la empleabilidad, mediante la educación continua y la promoción del emprendimiento con recursos de cesantías o cajas de compensación.
En la Ocde, Austria lidera el ranking de días libres (38); y, mientras California archivó la propuesta para reducir la jornada a 32 horas, Valencia, en España, ofrece €$5.492 por trabajador el primer año de la Semana de 4 Días. Bélgica maquilló la compresión, y emergieron las «Vacaciones Ilimitadas» en Silicon Valley, donde condicionan a los empleados con refrigerios o entretenimientos, para que vivan en la empresa.
Wall Street también promete ese cheque en blanco, que rebota pues los Workaholic descansan menos por causa de la ambición y la presión social. Soluciones absurdas o contraproducentes, muchos países Ocde manipulan la hora en determinadas estaciones, para ahorrar energía, aunque alteran el ciclo circadiano.
Ahora urge «milenializar» el 4 Day Week: la Jornada Petro.