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Analistas 03/06/2021

Reforma, antisistema o neguentropía

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

MinHacienda invitó a co-crear la “reforma” tributaria, aportando a la ‘inversión social’ mediante iTripple. Aunque diseñó mal su instrumento, quiere recibir ideas “fuera de la caja” y retroalimentar “propuestas bien argumentadas” (30/5/2021). Entonces, solicito al presidente, ministro y director de la Dian, que publiquen los microdatos anonimizados de los registros tributarios: esa verdad permitirá avanzar hacia la justicia, reparación y no repetición (“deforma”).
Inercias metodológicas, sesgos cognitivos e ilusiones sensoriales, las fuentes oficiales distorsionan los diagnósticos, manipulando el lenguaje y las estadísticas, y nosotros ignoramos evidencias (Invisible Gorilla, Chabris), imaginamos opuestos (Checker-Shadow, Adelson) e introducimos ruido (Phantom Words, Deutsch).

La pandemia fue otro “revés” para la economía; reforzó la “degradación” inercial del país, y su tendencia autodestructiva (“entropía”), por lo que necesitamos “invertir” los modelos que sustentan las reformas estructurales, aplicando la Constitución que evadieron o eludieron durante 30 años. Imagine que un hijo-empleado dice que hizo sus “deberes”, aunque solo los está “difiriendo”: ese es el irresponsable modo como el “pasivo” Estado “aplaza” su intervención, y al final se “ahorra” el esfuerzo, pues siempre deshonra la “deuda” acumulada con la sociedad.

En dinámica de sistemas, tales paliativos y “demoras” para resolver “agravan” los problemas. Colmo de males, “diferir” es sinónimo de “disentir”, y ‘todas las partes’ se dedican a “especular”: palabra cuyas acepciones (rae.es) incluyen “reconocer”, “transparencia”, “simetría” y “espejo”, aunque esas referencias están inhibidas, respectivamente, por la ceguera al cambio, la opacidad de la información, la carencia de propuestas integrales -que contabilicen la riqueza y pobreza como cargas neutras-, y el excluyente o soberbio narcisismo.

La pasada recesión normalizó el dinero barato o regalado, aunque no lo socializó. Presuntamente independiente, el Banco de la República también permanece desconectado de la ciudadanía y la economía real; así perdió de vista que Colombia es su meta “sistema”, por lo que su tímido “apalancamiento” perdió poder efectista, como “palanca de cambios”.
Tal como ocurre con Dios, a quien sólo invocamos en las crisis, la intervención está condicionada por el fanatismo de los “godopoderosos” tecnócratas, y su terrorismo pseudocientífico. Además, tras su eventual y efímera aparición, retorna la ingrata “normalidad” del pecado original, aunque el “edificio intelectual colapsó” (Fed, 23/10/2008).

Anclados en posiciones ensimismadas y esfuerzos contrapuestos, desembocamos hacia el mismo estancamiento y malestar secular. Obama defraudó, y Biden sorprendió intentando corregir -aunque no cambiar- el paradigma; entretanto, la Ocde sustituyó a un reprobado mexicano con un belga neoliberal, escéptico del cambio climático.

La “neguentropía” para esta caótica e incierta época requiere más valor, y menos especulación, pues la paradoja es que los actuales “frankenstein” socioeconómicos son “antisistema”. Necesitamos que el ‘todo sume a las partes’, y prospere el consenso hacia la economía del bien común, para viabilizar la empleabilidad, y garantizar el bienestar, la equidad y la sostenibilidad. Mejoremos la socialdemocracia nórdica, universalizando el mínimo vital, regulando el ingreso máximo y socializando las herencias.

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