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Guiada por el piloto automático de las redes sociales, la democracia está condenada a repetir su tragicomedia: transando estacionario con estacional, y confundiendo populismo con popularismo, elige entre el liderazgo de opinión (hater) de la politiquería y la «farsándula».
La premisa de la parodia ‘bienvenido, presidente’ (2013), es moraleja: “en democracia, la forma es el fondo”. Superficiales, nuestros representantes conforman un cartel y aspiran a posesionarse, otra vez, mediante elección o designación; sofistas, aunque sólo protagonizan polémicas o irregularidades (trending topics), sistemáticamente renuevan contrato con cualquier rama y partido. Acreditando apariencias, también urgen-ungen a *famosos* para escenificar campañas oportunistas, irreales e inmorales, donde vinculan asesores en técnicas de evasión, defensa o maquillaje reputacional.
Ese «renacimiento» es global. Verbigracia, con la complicidad de sus «seguidores» en Italia, donde hubo fascismo, Cicciolina combinó la pornografía con el parlamento, y el comediante Grillo rechazó integrar alianzas promiscuas, tras ser distinguido como “Héroe” (Time, 2005). Contagiando al nuevo mundo, el pionero neoliberal, Reagan, era comentarista deportivo; Schwarzenegger fue Mr. Universo, Trump modeló El Aprendiz, y Oprah podría ser la primera mandataria negra.
Mi presidenciable, Cecilia López, tituló nuestra versión ‘El efecto Duque’ (9/3/2021). Difiero, la mediocracia es bicentenaria y tras la moderna constituyente plagiaron ese libreto Pastrana, Willington, Lucero, Cuentahuesos, Lucho, José Gabriel, Vanessa, Calero y Bolívar. Hasta Acuña presentó mentideros, y las malas lenguas invocan a Carlos Antonio, Ariel Ávila, Vicky Dávila, Adriana Lucía, Epa Colombia, Román, Robinson, Alarcón, Samper, Juanpis o Faustino.
En río revuelto emergió otra quimera, la Coalición de Esperanza, cuyos tecnócratas «pop» defraudaron a la socialdemocracia. Igualitos, sin contrición prometen redención, usan El Método grandilocuente de la oposición: queja, acusación y propuesta retórica.
Fruto de las narconovelas y la economía naranja, esa renovada «clase» política fusiona la millonaria industria electoral con nuestra pobre cultura ciudadana, siendo Margarita Rosa la única que admite no estar preparada para el *casting*, donde las improvisadas *celebrities* imitan el papelón de los antagonistas.
Hipócrita contracultura, Claudia «Pandora» López liberó todos los males, y clamó “que no aticen el odio” o “no generen más caos”, para que no le usurpen el show; con igual cinismo, tras los episodios que ocultaron la vicepresidenta y el embajador en EE. UU., Azcárate huyó del sarcasmo por las “ayudas humanitarias”, aunque le debe su reconocimiento al humor negro.
Demasiados actores de reparto y dobles, recitando monólogos. Entretanto, Minhacienda produce otro *remake* de ‘El Precio de la Historia’, y la melodramática Mineducación reza “el regreso a las aulas es mandato ético”, para encubrir su ignorancia, incompetencia y obsolescencia. Consuelo de bobos, nuestro criterio electoral parece suizo, pues allí tumbaron al referendo 1:12, que pretendía regular la inequidad (2013), y también derrotaron a la ley climática, que prometía reducir 50% las emisiones contaminantes (2021).
Fantoches políticos, recordando a ‘Veep’ (2012): ¿el impopular Duque renunciará, y Ramírez será la primera presidente?