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Analistas 03/05/2024

¿Revolución laboral?

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Sólo 20% de los empleados está motivado; 61% está insatisfecho, y 19% trabaja en contra de su empleador (Trabajo tóxico - ¿Cuándo pierde sentido el trabajo?, https://t.ly/5Y2aB, 2024).

La burocracia empezó idealizando un “orden racional para distribuir y gestionar los asuntos”, y terminó modelando una “administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas” (rae.es). Aunque se digitalizó, seguimos fungiendo como burros de carga para las insoportables áreas de soporte o los disfuncionales procesos misionales, que carecen de autocrítica y cometen abusos.

Es normal iniciar la jornada creyendo que terminará sin pendientes; pero, mientras intenta limpiar sus bandejas de mensajería, cada parpadeo aclara que no cumplirá su meta. Y es posible que el balance, mientras cuenta ovejas, ofrezca la impresión de que hizo nada, e incluso que perderá más tiempo debido a los reprocesos que le esperan.

Innegable, las alertas en los dispositivos, los descoordinados procedimientos y los desenfocados jefes nos someten a una constante superposición y variación de tareas que desvían nuestra atención, y deterioran nuestro desempeño ejecutivo (Attention Span, 2023). A pesar del famoso mejoramiento continuo, la productividad laboral empeoró y nadie liberó recursos para el mantenimiento humano.

Sin embargo, seguimos desperdiciando expectativas y esfuerzos imitando cada moda gerencial, cuyos rendimientos son decrecientes, efímeros o falsos, siendo tradicional que se liberen soluciones, transfiriendo a los empleados o clientes la corrección manual, para encubrir su irremediable inoperancia.

Verbigracia, la tendencia es que usted empaque sus compras, incluso durante los periodos congestionados, mientras demuestra incompetencia y lo acosa el cajero o la fila. A esa estratagema la denominan “autoservicios”.

Otras víctimas de esas fraudulentas optimizaciones son los trabajadores de las áreas de apoyo, pues terminan despedidos o lidiando con incontables reclamos, por los fallidos cambios, en tanto que los empleados de las líneas de negocio acaban convertidos en toderos, abrumados por sobrellevar trabajo ajeno o que destruye valor.

Nada de estratégico tiene esa solución, según enseña el arquetipo de la dinámica de sistemas denominado “trasladar la carga”, que se ilustra con el insostenible pago de deudas asumiendo créditos adicionales.

Los consultores de gestión y los proveedores de plataformas tecnológicas prometen que sus modelos y herramientas son auténticas panaceas, pero edifican estafas piramidales que terminan haciendo gastar más tiempo, dinero y energía, pues frustran a los empleados, entorpeciendo su trabajo con controles o sistemas de información exhaustivos, que deben suplir diligenciando formatos absurdos, innecesarios o redundantes.

También conflictúan a las áreas, porque la visión por procesos sigue siendo miope y preserva el feudalismo organizacional. Contradictorias, las estructuras se aplanaron, supuestamente para ser más ágiles, pero renunciaron a estar a la altura. Y toda la carga adicional de trabajo, que cada año producimos, la asumimos regalando más tiempo de nuestra vida personal (Shadow Work: The Unpaid, Unseen Jobs That Fill Your Day, 2015).

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