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Libertank, laboratorio de ideas liberales, publicó “Salario Mínimo de $10 millones” (LR, 12/5/2021).
Expuso el «nocivo» efecto de incrementar el mínimo desde $1 millón hasta $10 millones, bifurcando dos escenarios. Primero, sólo un empleado disfrutaba ese aumento, por lo que su “bienestar relativo” mejoraba. Segundo, todos recibían el mismo ajuste, «x10», y “la prosperidad por el aumento colectivo sería solo una ilusión”, desmentida por la “inflación inercial”.
Su argumentación, monetarista, es deficiente. Ignora aspectos relevantes, como: a. el costo del caso exclusivo es que refuerza la «gran divergencia»; b. el incremento generalizado cambia los valores nominales, pero mantiene la inequidad del ingreso; c. los empleados son una minoría; d. el salario es un factor «higiénico» que, acaso, mitiga la insatisfacción; y nunca mejora la productividad.
Facilista, termina apelando a la falacia venezolana (ad hóminem). En conclusión, objeta mas no propone.
Sus modelos mentales padecen el «síndrome de la rana hervida»; sea por conveniencia, miedo a reconocer que no tienen razón o frustración ante la incapacidad de idear alternativas, terminan anclados en la inacción y apegados a los «sesgos de confirmación». Esto lo ilustran ‘Pensar Rápido, Pensar Despacio’ (Kahneman, 2011) y ‘La Mente de los Justos’ (Haidt, 2019), observando la «disonancia cognitiva» de nuestra vanidosa y contradictoria moralidad (Hypothetical Judgement versus Real-Life Behavior in Trolley-Style Moral Dilemmas, 2018)
Carlos Raúl Yepes, otro «abogado» en Libertank, dijo que “la mejor decisión de la vida” fue renunciar a la presidencia de Bancolombia (El Tiempo, 6/7/2020), pues ese trabajo lo enfermó, soslayó a su familia y relegó sueños. Aunque parece que hubiera sobrevivido a Maduro, escapó de los modernos esquemas de productividad; publicó ‘De regreso a lo humano’ (2016), ahora trabaja en «voluntariado» y recomienda “hacer las preguntas «correctas»”: qué dejar de hacer y qué hacer de manera diferente.
Entonces, para promover la economía del bien común, probemos «invertir» el enfoque de Libertank: ¿qué pasaría con el PIB y el bienestar, si reducimos la inequidad a sus justas proporciones?; ¿si usamos el múltiplo «x10» para calcular ese salario máximo de $10 millones?; ¿si el mínimo de $1 millón constituyera el Ingreso Básico Universal?; ¿si, tal como Yepes, reconocemos que la valoración de cargos es absurda, apostamos por el salario emocional y trabajamos “para la sociedad”?
Recuerde que locura es hacer nada, o lo mismo, y esperar resultados diferentes. Muchos demócratas estadounidenses lo entendieron, y, conscientes del «nocivo» efecto de no haber aumentado el mínimo federal desde 2009, asumieron el riesgo de proponer la «corrección» de sus salarios de miseria.
En Colombia los ingresos, ocupacionales o asistenciales, son inflexibles y temporales; también insuficientes y de escasa cobertura: «Tragedia de los Comunes», 42,5% de nuestra población es pobre; la vulnerable clase media inicia en $331.688 per cápita, y sólo *1,7%* del país es considerado rico, reportando ingresos desde $3.520.360 (Dane, 6/5/2020).
El tren del cambio seguirá dejándonos mientras el descontrolado neoliberalismo nos arrolle, una y otra vez. Dejo en sus manos el Dilema del Tranvía: ¿desviamos para salvar a *98,3%* de la población?