MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
El planeta está dividido en estados fallidos, que por principio humillan al ser humano, sabotean al ciudadano y disparatan el concepto sistema, pues el todo es menos que la resta de las partes. Países bajos (ruines o viles), las «asistencias y los «rescates» parecen silos, y reflejan una estructurada corrupción, como la de los estatutos «tributarios».
Anticipando la Gran Depresión, ‘El Proceso’ (Kafka) describía la angustia de un condenado a no entender su situación, ni resolverla. Detonada la Gran Recesión, ‘Relatos Salvajes’ (2014) recreó a quienes han experimentado su propia versión de algún «proceso», popularizando al Ingeniero Bombita.
Finalmente, desencadenado el Brexit, ‘Daniel Blake’ (2016) proyectó a unadulto mayor a quien prohibieron trabajar, por prescripción médica; prisionero del sistema, por primera vez necesitó buscar asistencia social, pero las leyes y los burócratas estaban dispuestos para que desistiera de sus intentos por reivindicar sus derechos, y requerir sus servicios.
Estas ficciones del Estado de Malestar permutaron «a-silo» por «aíslo», y se incorporaron a la realidad mediante el enfoque basado en «procesos», que fundamenta los sistemas que usan nuestras instituciones, y las certificaciones de calidad que ostentan.
La pandemia editó otra versión, y los Países Bajos demostraron sevicia contra ciudadanos vulnerables, tras acusarlos (sin pruebas) de estafar al insostenible esquema de asistencia; por supuesto, su Primer Ministro evadió la censura parlamentaria, y además fue reelegido para acumular su cuarto turno en el poder.
Del mismo modo, y en sentido contrario, los sectores privilegiados y las corporaciones responsables de las crisis (locales, regionales o globales) se benefician de los rescates, que reparten entre sus ejecutivos como «premios».
Además de estas incoherencias, gobiernan las asimetrías. Para ilustrarlo, el Banco de Inglaterra apalancó a los clubes de fútbol más poderosos de la Premier League, y condenó al descenso a los equipos de la zona media, que tal como los pobres han tenido que pagar onerosos intereses a los agentes privados que intermedian la línea de rescate que les asignaron.
En la era de las pantallas chicas, el torneo más rico del mundo rogaba por las «asistencias» a los estadios. Ahora, aunque usufructúa los «rescates» con recursos públicos, nadie intervendrá los inflados contratos de sus estrellas, que gozan de prerrogativas como si pertenecieran a alguna civilización avanzada, o incluso mafia, pues parecen intocables (aunque evadan impuestos o agredan a la autoridad).
Así, los poderes públicos crean burbujas, y destruyen el bienestar y la equidad. Transigen la violación a los DD.HH., y edifican elefantes blancos, para albergar Mundiales de Fútbol; avalan la «asistencia» para la Copa América, pese al covid; y debaten como si fueran barras bravas. Por cierto, “futbolero a morir” (8/5/2020), Duque es hincha de un equipo que prosperó gracias al narcotráfico; regala a sus homólogos camisetas de la selección, como si fueran símbolos patrios o trajes típicos; y su tercera «reforma» tributaria, también defiende a los ricos y golea a la mayoría.
Década perdida, espero el documental Oeconomia (2020), que expone, una vez más, al absurdo sistema económico.